Si hace 30 años atrás, cuando estudiaba en la Universidad, alguien me hubiera dicho que pensaba que podía regar su campo desde su oficina sin moverse de su escritorio, yo no le hubiese creído, e incluso lo hubiera tildado de loco y recomendado un psiquiatra. Sin embargo, hoy eso es una realidad, ya que a través de la tecnología de los sensores de humedad y de la conectividad inalámbrica vía internet, estos equipos captan la información y la envían a los computadores o smartphones de los profesionales encargados de los campos, permitiéndoles determinar cuándo y cuánto regar, e inclusive teniendo el control de la apertura o cierre de las válvulas de riego, lo que permite el ahorro de energía y agua que son recursos escasos hoy y más en el futuro.

En general, las tecnologías están siendo incorporadas rápidamente en los distintos sectores productivos del sector agroalimentario, en gran parte por megatendencias que están afectando al sector agrícola mundial debido a las proyecciones de aumento en la demanda de alimentos y crecimiento de la población, el cual está estimado en un aumento de 2 billones de personas (poco mas de la población total de China) llegando a 9 billones de personas al año 2050, con lo que se proyecta que la demanda de comida sera un 60% más alto que la actualidad.

Esta necesidad de alimentar al mundo requerirá de un aumento de los rendimientos de los cultivos con una menor cantidad de agua y suelo. Producir más con menos es el desafío que tenemos como personas, profesionales de sector y habitantes del mundo, para lo cual el desarrollo e incorporación de la tecnología es clave.

Según un estudio de la consultora Boston Consulting Group de Abril de 2015, las megatendencias que afectaran directa o indirectamente los cuatro insumos principales de la actividad agrícola, como son las semillas, fertilizantes, agroquímicos (crop protection) y la maquinaria, producirán tremendos y rápidos cambios en los próximos 15 a 20 años, para lo cual las personas que gestionamos esta industria debemos estar preparados y tener las competencias necesarias para enfrentar los próximos desafíos.

Algunas de estas megatendencias son el incremento por demanda de alimentos y una “mejor alimentación”, debido a factores tales como la migración del campo a la ciudad, mayor poder adquisitivo y cambios en los hábitos alimenticios del consumidor, quienes buscan alimentos de mejor calidad, con mas proteínas, trazables, de origen orgánico, etc.

Esto gatilla la necesidad de incorporar otras ciencias y profesiones al sector, que sean profesionales súper especializados en temas como robótica, telecomunicaciones, biotecnología, biología molecular, genética, con el objeto de lograr las mejoras requeridas para aumentar los rendimientos de los cultivos.

Algunos ejemplos conocidos son el uso de semillas de maíz y soya resistente a herbicida, que ha logrado mejorar la producción y competitividad de los agricultores con una rápida incorporación de esta tecnología. Hoy en EE.UU. más del 90% de las semillas sembradas de maíz son de este tipo.

Similares casos ocurren en el área de la genética y crop protection, con la incorporación de plantas resistentes a virus o enfermedades. El uso de biopesticidas, solos o en mezclas con moléculas tradicionales, han mejorado la efectividad del control y/o disminuido la carencia de residuos en los alimentos, para no afectar la salud humana o minimizar el riesgo de contaminación ambiental.

El uso de tecnologías o agricultura de precisión han sido fundamentales para mejorar los procesos. Drones que permiten tomar fotografías y diseñar mapas de biomasa; sensores que captan la humedad; máquinas sembradoras con equipos GPS que permiten la aplicación de semillas y fertilizantes por sitio especifico, son algunos de estos ejemplos.

En el caso de Chile, que es un país con reconocimiento mundial en lo que es agro-exportación y actividad silvo- agropecuaria, se requieren de profesionales especializados y no de generalistas como son la mayoría de los profesionales hoy. Se necesita poseer como activos básicos el idioma inglés y tener la disponibilidad de trasladarse a vivir fuera de Chile para participar de estos desafíos.

Actualmente, estos dos requisitos son una gran debilidad de los profesionales chilenos y generan que se pierdan oportunidades de trabajo y desarrollo profesional.

Hoy se necesita de profesionales que tengan incorporados en su ADN la globalidad de moverse fuera de Chile, que es donde están las oportunidades para adquirir nuevos conocimientos y participar en grandes desarrollos, ya que en el corto plazo, estas innovaciones tecnológicas serán integradas a la producción agrícola nacional.

El cambio climático está afectando a la fruticultura, y las regiones que deben comenzar a replantearse cómo trasladar, mejorar o bien, incorporar nuevos cultivos como cerezas, arándanos, avellanos, nogales, etc., están necesitando de profesionales para estos nuevos proyectos pero increíblemente pocos quieren moverse de Santiago.

Con respecto al inglés, una buena alternativa de aprenderlo bien (es decir, no hablar como tarzán) es ir a trabajar a países como Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Irlanda en programas llamados Work & Holiday, que permiten estudiar y trabajar en forma remunerada y que permite aprender el idioma inserto en la cultura de estos países. Si además, posterior a este trabajo, se pueden quedar estudiando un Máster en un algún tema especifico (no un MBA por que ya hay muchos, entre los cuales me incluyo), sería un circulo virtuoso ya que además de aprender idioma se fortalece otra competencia requerida que es la de la especialización.

Cuando Alberto Montanari hablaba tiempo atrás de “Chile Potencia Agroalimentaria”, realmente estaba adelantándose a las grandes oportunidades que tiene el país, pero también esto incluye una gran responsabilidad para los profesionales del sector agroexportador, que es transformar los alimentos en el próximo sueldo de Chile.

 

 

 

Fuente: Portal Fruticola | ElProductor.com

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