Polan Lacki   

Empiezo este texto con las siguientes afirmaciones, aparentemente muy categóricas, relacionadas con los crónicos problemas de los agricultores y ganaderos de América Latina:

a) La principal causa de los problemas económicos de la gran mayoría de los productores rurales reside en las ineficiencias que, sin quererlo, ellos mismos están cometiendo en las distintas etapas de su negocio agrícola; ineficiencias que son causadas por la inadecuación, insuficiencia y obsolescencia que nuestro mediocre sistema de educación rural les proporcionó;

b) En los últimos cincuenta años los sucesivos gobiernos latinoamericanos nos han demostrado la siguiente y cruda realidad: a través de la vía paternalista derrochadora de recursos y coleccionadora de fracasos, los gobiernos definitivamente no están en condiciones políticas, operativo-institucionales ni financieras de solucionar los problemas económicos  de todos los agricultores, año tras año; porque el paternalismo, además de  no factible y excluyente/elitista nos ha demostrado que es definitivamente ineficaz. Esta realidad es tan evidente que nos obliga a deponer las ilusiones y utopías del paternalismo populista y reemplazarlo por una educación rural que tenga el explícito objetivo de transformar a los actuales y futuros agricultores en eficientes y emancipados solucionadores de sus problemas económicos;

c) Por las razones mencionadas en los dos puntos anteriores, solo nos queda la alternativa factible y eficaz de formar, capacitar y organizar solidariamente a los productores rurales para que ellos mismos quieran, sepan y puedan evitar, corregir y/o eliminar sus actuales ineficiencias que los mantienen en la pobreza rural. Cumplido este pre requisito educativo-emancipador, las propias familias rurales eliminarán sus ineficiencias y, después de hacerlo, sencillamente prescindirán del paternalismo gubernamental.

Las causas de la pobreza rural están silenciosamente  instaladas en la educación y en ella deberán ser resueltas

El resumen descrito en el párrafo anterior nos indica que los agricultores tienen problemas económicos, no necesariamente por falta de altas decisiones políticas o de créditos abundantes y subsidiados, sino por las siguientes razones de fondo, ambas causadas por la disfuncionalidad y bajísima calidad de nuestra educación rural: En primerísimo lugar, debido a la insuficiencia, inadecuación y obsolescencia de los conocimientos que poseen, en gran parte apenas los saberes que heredaron de sus padres y abuelos. Con estos conocimientos que ya están desactualizados, es evidente que los productores rurales no podrán sobrevivir económicamente, porque  en el marco de la globalización de los mercados y de los tratados de libre comercio ellos necesitan competir con los agricultores más eficientes del mundo.

En segundo lugar, debido a su ancestral individualismo que no les permite solucionar aquellos problemas que exigen mayor economía de escala, inversiones de costo más elevado y servicios que para ser ejecutados requieren que estén debidamente organizados en grupos solidarios o cooperativos. Estas actitudes individualistas, que deberían haber sido desestimuladas/eliminadas de los comportamientos y actitudes de los niños en las escuelas primarias/fundamentales rurales, son las que, en gran parte, les impiden apropiarse legítimamente de un porcentaje más justo de las riquezas que producen en sus fincas. Entonces, si la causa más profunda de las ineficiencias de los productores rurales es de carácter educativo y si ella está instalada en las escuelas, el querer encontrar soluciones fuera del sistema educativo significaría “dar la espalda” a la más prioritaria necesidad de la agricultura y de los agricultores.

Es necesario y urgente ampliar y actualizar los conocimientos, las habilidades y las actitudes de los agricultores, actuales y futuros, a los desafíos del mundo moderno y altamente competitivo. Porque su éxito económico dependerá cada vez más del saber y del saber hacer, que del poseer recursos materiales y financieros para hacerlo; dependerá cada vez más de la capacidad que los agricultores tengan para modernizar sus prácticas de producción, de administración de sus fincas y de comercialización de sus cosechas, que de las cada vez más improbables ayudas paternalistas de sus gobiernos.

El paternalismo está destruyendo la dignidad de los pobres rurales

Todo lo anterior nos conduce al siguiente camino de la racionalidad y del sentido común, que deberíamos haber seguido desde hace muchísimo tiempo pero desafortunadamente no lo hicimos: urge reemplazar el paternalismo que desestimula las iniciativas y destruye la dignidad de las familias rurales por una educación útil y pragmática (con contenidos “ruralizados” ), que estimule el eficiente y solidario protagonismo de los agricultores en la solución de sus problemas cotidianos de la vida rural.

Una educación que tenga como objetivo desarrollar las potencialidades y capacidades  latentes de las familias rurales y estimular un eficiente autodesarrollo; porque esta estrategia además de factible es la más eficaz para emanciparlos de las decrecientes, excluyentes e ineficaces ayudas financieras y materiales de sus gobiernos. Entre otras razones, porque de los debilitados, endeudados y burocratizados gobiernos latinoamericanos, es muy poco o casi nada lo que los agricultores pueden esperar.

Aunque los gobiernos quisieran ayudarles con insumos materiales y con créditos generosos, definitivamente no dispondrían de recursos suficientes para beneficiar a todos los productores rurales, a través de la muy costosa e improductiva vía paternalista; no podemos seguir engañándolos con ilusiones y utopías. Sin embargo, es evidente que los gobiernos necesitan apoyar a las familias rurales. Lo que se propone es que sus apoyos sean educativo-emancipadores y no perpetuadores de dependencias del paternalismo.

Los gobiernos a través de sus instituciones educativas rurales (que ya existen, pero que no están cumpliendo sus objetivos porque funcionan con profundas disfuncionalidades y debilidades) pueden y deben formar, capacitar, profesionalizar y «empoderar»/fortalecer los productores rurales actualizando sus conocimientos y estimulando formas solidarias /cooperativas para facilitar la solución de sus problemas comunes.

Todo esto con el propósito de que ellos adquieran la capacidad de aplicar, de manera correcta, medidas/soluciones eficaces en la producción, en la administración rural y en la organización de sus comunidades; y que, gracias a este fortalecimiento, las propias familias rurales se conviertan en eficientes y emancipadas solucionadoras de sus problemas. La imprescindible necesidad de profesionalizarlos y organizarlos de forma solidaria es tan evidente que ninguna propuesta seria para promover el desarrollo rural con equidad podrá seguir ignorándola y ni siquiera subestimándola.

En la educación rural necesitamos teorizar menos y educar mucho más y mejor…para la vida y el trabajo rural

Entonces, si la estrategia para lograr un desarrollo más autodependiente es eminentemente educativa, no hay necesidad de seguir teorizando ni realizando interminables elucubraciones académicas. Concreta y objetivamente necesitamos proporcionar a los productores rurales, a sus empleados y a las familias de ambos, los insumos intelectuales «eficientizadores» de sus actividades generadoras de riquezas y de ingresos familiares. Estos insumos intelectuales del conocimiento útil, afortunadamente, ya están disponibles pero inexplicablemente “duermen” en los organismos de investigación agrícola y en las universidades.

Las escuelas primarias rurales y los servicios de extensión agrícola deben difundirlos para volver las familias rurales mucho más eficientes y para  levantar su ego y  autoestima;  despertando en ellas una ambición sana y un fuerte deseo de superación,  a través de su propio y eficiente esfuerzo y no de las humillantes migajas paternalistas. Todo ello con el objetivo de demostrarles que ellas mismas pueden hacerse cargo de la solución de sus principales problemas productivos, familiares y comunitarios. Sin embargo, esto exige actualizar y adecuar nuestro disfuncional y anacrónico sistema educativo rural a las actuales necesidades de vida y de trabajo imperantes en el campo. Estas instituciones educativas agrícolas y/o rurales no pueden seguir siendo agrícolas o rurales apenas en sus denominaciones; deben serlo en sus contenidos curriculares, en sus métodos pedagógicos, en su identificación con la cultura agrícola/rural; y muy especialmente en su compromiso de formar maestros rurales  y extensionistas agrícolas que tengan real capacidad de formar y capacitar las familias rurales para volverlas capaces de  transformar –   y no perpetuar –  las adversas realidades de pobreza imperantes en las fincas y comunidades rurales.

 El agro necesita de extensionistas creativos, ingeniosos y ojalá «con muchos callos en las manos» 

1 En los servicios oficiales de asistencia técnica/extensión rural, cuyos extensionistas, al haber recibido una inadecuada, insuficiente y muy teórica formación en nuestras “urbanizadas y desruralizadas” facultades de ciencias agrarias, deberán recibir un curso de actualización/recapacitación para corregir sus debilidades técnicas y metodológicas. Podría ser una capacitación similar a la que hacían con alta eficiencia y excelentes resultados los antiguos servicios de extensión rural, adoptando el método de “enseñar y aprender a hacer haciéndolo”, directamente en el campo.

El objetivo de la capacitación sería el de lograr que adquirieran una real capacidad teórico-práctica de enseñar a los productores rurales a superar las ineficiencias del negocio agrícola que son evitables, corregibles y/o eliminables por los propios agricultores, por más adversas y restrictivas que sean las condiciones físico-productivas y edafo-climáticas de sus fincas y por más escasos que sean los apoyos de sus gobiernos.

Adicionalmente es necesario descentralizar y desburocratizar estos servicios de asistencia técnica con el fin de que los extensionistas permanezcan (y si fuera necesario y posible) residan en las comunidades rurales para que puedan dedicarse exclusivamente a capacitar y a organizar a los agricultores. En vez de dedicar gran parte de su tiempo a seguir «burocratizando» en las oficinas, llenando informes irrelevantes y tramitando reiteradas solicitudes de créditos, refinanciaciones y condonaciones de deudas. Deudas que muchos agricultores no logran pagar a los bancos, fundamentalmente porque el servicio de extensión rural no les proporcionó los conocimientos, muchos de ellos elementales y primarios, para que los agricultores pudieran generar los ingresos suficientes y saldar sus deudas.

Las facultades de ciencias agrarias necesitan “desurbanizarse” y enfatizar las prácticas de campo

2 – En las facultades de ciencias agrarias que deberán «desurbanizar» su enseñanza con el fin de otorgar a las nuevas generaciones de egresados una formación mucho más práctica y realizada en gran parte directamente en las fincas, comunidades y mercados rurales. Deberán egresar de las facultades en condiciones  de  formular creativas e ingeniosas soluciones agronómicas/zootécnicas/veterinarias que les permitan corregir los errores que los productores rurales cometen.

Sin embargo, en muchísimos casos para corregir dichos errores  también es necesario que los profesionales sepan demostrarlo a los agricultores y ganaderos, utilizando sus habilidades/destrezas manuales.

Por esta razón, además de poseer  títulos académicos es necesario “que tengan muchos callos en sus manos”. No logro entender cómo un estudiante de agronomía de extracción urbana formado por docentes que en su mayoría también son de origen urbano, pase 5 años en la facultad estudiando, apenas teóricamente en las aulas, laboratorios y power points, cómo mejorar la producción lechera del país si nunca tuvo la oportunidad y mucho menos la obligatoriedad de preparar una ración balanceada ni de hacer un ordeño higiénico de la vaca. ¿Con qué autoridad técnica ese egresado podrá orientar a los agricultores cómo sembrar, cosechar, injertar o podar si nunca reguló una sembradora o cosechadora, nunca injertó y nunca podó un árbol frutal?

Las facultades de educación están formando maestros muy teóricos y politizados que se gradúan pero no saben educar

3 – En las facultades de educación/pedagogía/escuelas normales para que otorguen a los futuros maestros de las escuelas fundamentales/primarias rurales una formación más útil, instrumental y práctica. Esto con el propósito de que, a partir de la fecha de su graduación (y no x años después), los maestros sepan: qué y cómo hacer para proporcionar a los niños de las escuelas fundamentales/primarias rurales los conocimientos útiles, habilidades/aptitudes, principios, valores, actitudes y comportamientos que las familias del campo necesitan adquirir.

Los pobres rurales necesitan aprender qué y cómo podrán hacer para que ellos mismos puedan erradicar su pobreza.

4 – En las escuelas primarias/fundamentales rurales, que necesitan «agriculturalizar» y «ruralizar» sus contenidos curriculares para formar una nueva generación de agricultores motivados y capaces de adoptar de manera correcta las innovaciones que requiere la agricultura del mundo moderno y globalizado. Para la gran mayoría de los habitantes rurales el acceso a las escuelas fundamentales/primarias es la única oportunidad que tienen para adquirir conocimientos útiles para la vida y el trabajo en el campo. Sin embargo, esta excelente oportunidad en gran parte está siendo desperdiciada porque muchos de sus contenidos curriculares son irrelevantes y de poca utilidad y aplicabilidad en la solución de los problemas existentes en las áreas rurales que ellos enfrentarán después de adultos.

A propósito de esta propuesta de «agriculturalizar» y «ruralizar» sus programas educativos, seamos objetivos y realistas: ¿Cuál es la utilidad o aplicabilidad en la vida cotidiana de los niños rurales, quienes probablemente serán los futuros agricultores, del barniz con adornos seudo-culturales e intelectuales que las referidas escuelas apenas hacen memorizar, como por ejemplo sobre los faraones y las pirámides de Egipto, el Imperio Romano y Bizantino, las biografías de Robespierre, Richelieu y Montesquieu, ídem de los reyes de Francia Luis XIV, Luis XV y Luis XVI o las guerras napoleónicas, las altitudes del Everest, del Kilimanjaro y de las Montañas Rocosas de los EEUU, el largo del Río Nilo, la historia de las batallas que ocurrieron en el Coliseo de Roma, etc.

Mientras aburren a los niños con estos conocimientos irrelevantes para sus reales e inmediatas necesidades de vida y de trabajo en el campo, dejan de enseñarles contenidos mucho más útiles y necesarios para la solución de sus problemas más inmediatos y más frecuentes, tales como:

  1. Principios, valores, actitudes y comportamientos para mejorar su desempeño como personas, como padres y madres de familia, como empleados o emprendedores, como miembros honestos y solidarios de sus comunidades;
  2. Las medidas más elementales para obtener una producción agropecuaria más eficiente, más abundante, más diversificada y más rentable;
  3. Las medidas de higiene, profilaxis y alimentación que ellos deberían adoptar para evitar las enfermedades que ocurren con mayor frecuencia en las zonas rurales;
  4. Qué y cómo deberían hacer para prevenir las intoxicaciones con pesticidas y los accidentes rurales; y cómo aplicar los primeros auxilios, cuando estos accidentes no hayan sido evitados;
  5. Cómo organizar solidariamente la comunidad para solucionar, en conjunto, aquellos problemas que no pueden o no deben resolverse individualmente, tales como: la adquisición de los insumos y la comercialización de las cosechas;
  6. Cómo evitar las principales plagas y enfermedades de la agricultura y de la ganadería, cómo identificar y eliminar las plantas que intoxican a sus animales y los insectos que transmiten las enfermedades humanas y animales , cómo identificar víboras venenosas, etc. En otras palabras, en vez de hacerles memorizar la longitud del Río Nilo, sería más constructivo enseñarles qué y cómo deberían hacer para evitar la polución del rio de su propia comunidad. En vez de hacerles memorizar sobre los Jardines Colgantes de la Babilonia, deberían enseñarles qué y cómo deben hacer para que exista un «Jardín» altamente productivo y muy diversificado en cada finca de la comunidad, lleno de hortalizas, frutas, cereales, leguminosas, raíces y tubérculos, plantas medicinales, huevos, pollos y conejos o cuyes para mejorar la alimentación y consecuentemente la salud familiar.

¿Quiénes pueden empezar la reforma en la educación rural: apenas los ministros o también, y principalmente, los alcaldes municipales?

Y para finalizar, una sugerencia extremadamente sencilla para romper la antigua inercia instalada en el sistema educativo latinoamericano e iniciar una reforma curricular, inmediata y eficaz, en las escuelas primarias/fundamentales rurales, para que adapten sus programas educativos, volviéndolos más realistas, más pragmáticos y más útiles.

Actualmente en todos o en casi todos los países de América Latina las autoridades municipales ya tienen la potestad o autoridad legal para adaptar parcialmente  los contenidos curriculares de las escuelas fundamentales/primarias, a las necesidades propias de su área de influencia.

Consecuentemente los agricultores interesados en reivindicar la reforma educativa no necesitan esperar semanas o meses para conseguir una audiencia y viajar a la capital de su provincia/estado/departamento y mucho menos a la capital del país para presentar sus reivindicaciones reformistas al secretario provincial o al ministro de educación. Aprovechando las ventajas de la cercanía y de la facilidad de que las familias rurales tienen para  contactar directamente con el alcalde/intendente/presidente municipal, podrán formar una comisión de productores rurales del municipio, solicitar una audiencia con el alcalde, con el director municipal de educación y con el director municipal de agricultura. Concedida la audiencia decirles clara y directamente lo siguiente: la educación que las escuelas primarias rurales están proporcionando a nuestros hijos no les sirve; teniendo en cuenta que residimos en las zonas rurales ellos necesitan de una educación con contenidos curriculares adaptados a las necesidades de vida y de trabajo existentes en el campo.

Polan Lacki , ingeniero agrónomo de Brasil, autor de  «El libro de los pobres rurales» que es la propuesta para emancipar a los agricultores.    

2 COMENTARIOS

  1. Excelente Editorial, aplicable a nuestra realidad, el modelo mental de los niños y jovenes del campo es sumamente diferente a los de agro, el desarrollo del agro debe asentarse en la educacion que el estudiante del agro recibe, he ahi el porque de la altisima tasa de desercion escolar, si queremos ser realmente competitivos y cambiar la matriz productiva debemos comenzar por cambiar el sistema educativo del agro.

  2. Un articulo excelente y que deberia ser la Biblia del futuro Presidente del Ecuador, este articulo por favor difundalo Sr. Presidente de la Camara de Agricultura de la I Zona, pida que se regrese a los profesionales al campo , que se capacite a los profesionales extencionistas como antes se hacia , no como los burocratas actuales de escritorio, por que no se vuelve a tener una escuela de ganaderia como habia en el INIAP en en el Programa de ganaderia en la Estacion Sanrta Catalina, por existimos profesionales que sabemos como hacerlo y lo hicimos antes de la Revolucionj Ciudadana.Por como dice el autor de este articulo no se puede desarrollar el sector agropecuario sin tener callos en las manos.

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