Para poder elegir el cultivo ideal de acuerdo al tipo de suelo, es necesario conocer la clasificación de estos según su capacidad de uso.

Esto es un ordenamiento sistemático de carácter interpretativo y práctico, que se fundamenta en la aptitud natural que posee el suelo para la producción constante bajo tratamiento continuo y usos específicos.

Este ordenamiento brinda información básica que muestra los problemas de cada tipo de suelo bajo los aspectos de necesidades, limitaciones de uso y prácticas. También ofrece elementos de juicio necesarios para la programación y formulación de planes integrales para el desarrollo del suelo agrícola.

Los grupos o divisiones de capacidad son cuatro:

a) Tierras aptas para cultivos intensivos y otros fines; consta de cuatro clases de capacidad I a la IV, donde la Clase I se considera la mejor, disminuyendo hasta la IV.

b) Tierras apropiadas para cultivos permanentes, pastos y aprovechamiento forestal; consta de las Clases V y VI, y sus limitaciones se elevan progresivamente.

c) Tierras marginales para uso agropecuario, adecuadas generalmente para el aprovechamiento forestal; sólo la Clase VII, y centran suelos ideales para la explotación forestal.

d) Tierras no apropiadas para fines agropecuarios ni explotación forestal; sólo de la Clase VIII, y son inapropiadas para fines de explotación forestal o agropecuarios.

a) Tierras aptas para cultivos intensivos y otros fines

Dentro de este grupo de capacidad se han reconocido las Clases I, II, III y IV.

  • – Clase I

Los suelos de la clase I, general son de pocas limitaciones. Son ideales para aprovechar una vasta variedad de plantas y se pueden utilizar de una forma segura para las cosechas, pastos y bosques.

Son terrenos casi planos, con muy poco peligro de erosión. Aquellos suelos que son más profundos, pero con buen drenaje interno  y externo son muy sencillos de trabajar.

Este tipo de suelo retiene muy bien el agua, presenta un buen contenido nutricional y responde perfectamente a los fertilizantes.

El clima de la zona debe ser favorable para cosechar muchos de los cultivos frecuentes. Cuando el clima es árido, es posible colocar en Clase I aquellas tierras que están bajo riego que poseen escasas limitaciones para su utilización.

  • – Clase II

Este suelo agrícola es por lo general profundo, de textura tipo franco a franco limosa, planos, con buen drenaje, retentivos al agua y de muy buena capacidad para el brindar nutrientes vegetales. 

Presentan media fertilidad natural y buena capacidad productiva mientras se les abastezca de forma continuada de tratamientos agrícolas apropiados.

El manejo de estas tierras debe estar encaminado a la incorporación de material orgánico.

Son tierras buenas, arables, adecuadas para el cultivo agronómico intensivo indicado al lugar, como arroz, maíz, hortalizas, maní, yuca, sandía y legumbres, aunque también podrían implantarse especies permanentes: frutales tropicales, plátano, banano, pastos.

  • – Clase III

Las restricciones de uso son mayores aquí cuando es utilizada para cultivos agrícolas, y por lo tanto la conservación y las prácticas de manejo son más difíciles de aplicar y de mantener.

Esta clase presenta un suelo agrícola que puede ser desde moderadamente profundo hasta profundo, con buenos drenajes, subsuelos arenosos, franco arcillosos y arcillosos, de reacción neutra a fuertemente ácida y de fertilidad natural baja a media, con deficiencia en fósforo y potasio.

Estos suelos son apropiados para arroz, maíz, cítricos, zapallo, sandía, caña de azúcar, piña, ñame, maracuyá, frutales y forestales. 

  • – Clase IV

Este tipo de suelo comprende tierras marginales para una agricultura anual e intensa, por las mayores limitaciones de uso.

Necesita de prácticas de manejo y conservación de suelos mucho más intensivos para alcanzar producciones de aceptables a óptimas en forma continua. El relieve se presenta en suelos con pendientes inclinadas y complejas de media a baja fertilidad natural, con buen drenaje, de textura franco arcillosa, y son moderadamente profundos.  

En estos suelos incluidos se deben aplicar de programas de fertilización basados en fosforo, nitrógeno y potasio; y son ideales para el pastos mejorado y desarrollo de la ganadería semi-intensiva. También para la explotación de carácter permanente, o cultivos anuales como ñame, yuca, maíz y frijoles, o el mango, mangostín y pina.  

b) Tierras aptas para cultivos permanentes, pastos y aprovechamiento forestal

  • – Clase V

Son suelos de topografía homogénea, sin mayores declives y no erosionables, pero con ciertas características que los convierten en apropiados para la vegetación permanente y para el desarrollo pecuario. Las más importantes limitaciones de uso radican en el drenaje, y en el factor edáfico.

Estos suelos son susceptibles a las inundaciones.

Entre las prácticas de mejoramiento y control de los suelos se pueden indicar: el mejoramiento de pastos actuales y nativos y la introducción de pastos seleccionados; división de los campos en potreros a fin de implementar un pastoreo rotativo, desarrollo de una cubierta permanente evitando el pastoreo en estaciones muy húmedas y control del número de animales.

En la implantación de cultivos intensivos, se necesita la construcción de drenajes con el fin de mejorar las relaciones de suelo-aire y así controlar las inundaciones por medio de obras de defensa de acuerdo con las características de los ríos de la localidad. En estos suelos el arroz encuentra condiciones muy favorables. 

  • – Clase VI

Estos suelos presentan limitaciones severas, generalmente inapropiados para llevar a cabo, en condiciones normales, cultivos de carácter intensivo.

Las deficiencias más importantes que presentan están relacionadas con la presencia de grava, fertilidad natural generalmente baja, profundidad efectiva limitada y a características topográficas desfavorables y por como resultado susceptibilidad a la erosión.

La capacidad productiva de estos suelos puede ser mantenida y mejorada por medio de cultivos exclusivamente de carácter permanente como el mangostín, mango, palma aceitera, piña, nance, cocotero, marañón, cítricos, ciruelo, maracuyá y otros frutales nativos; y la implementación de prácticas de preservación en base a cultivos de cobertura, al tres bolillos y plantaciones en curvas a nivel.

También pueden dedicarse a la explotación ganadera, aunque requiere del control del número de animales para evitar el sobrepastoreo.

c) Tierras marginales para uso agropecuario

Estos suelos corresponden a la Clase VII. Las condiciones de estas tierras son distintas debido a que reúnen una combinación de suelos agrícolas superficiales a moderadamente profundos.

Estos suelos se encuentran afectados por pendientes muy pronunciadas, presencia de grava, fertilidad natural baja y muchas veces rocosidad superficial. Además presentan problemas graves de erosión hídrica potencial, pues el drenaje muy defectuoso  y el régimen pluvial en esa zona son acentuados.

Las rehabilitaciones y el mejoramiento de estos suelos son dudosas a menos que se apliquen técnicas especiales de drenaje que se adecuen al presupuesto, ya que su utilización quedaría exclusivamente a muy pocos cultivos, por ejemplo el arroz

d) Tierras no aptas para fines agropecuarios ni explotación forestal

Estos suelos se representa por la Clase VIII, y se caracterizan por tener limitaciones muy extremas, lo que las hacen impropias para la agricultura. Presentan topografía muy accidentada; están bajo la influencia de una escorrentía muy veloz  y son muy susceptibles a la erosión pluvial.

No brindan ningún valor para propósitos silvícola ni agropecuaria, y sirven más bien para distintos fines, como suministro de energía, captación de agua, parques nacionales, minería y explotación de canteras. 

Son suelos arcillosos con pobre drenaje con superficies pantanosas. Se inundan severamente por aguas provenientes del desbordamiento de los ríos, lluvias o por las mareas. El mejoramiento del sistema de drenaje podría no ser factible debido al grupo de limitaciones severas que perturban a estas tierras.

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