Es más gris que verde. En arterias como la av. 25 de Julio, avanzando hacia el Puerto Marítimo, brotan de algunos parterres enjutas y pequeñas palmeras. Lo mismo en las calles Portete o Venezuela. No parecen poder oxigenar ni dan sombra a un espacio urbano en el que la temperatura ha superado los 40° y en el que la danza vehicular impone su sonoridad y dirige su dinamismo.

Esto, por factores como que su principal sistema de transporte masivo, así como los buses urbanos y los vehículos particulares dominan una escenografía en la que los choferes se disputan pasajeros, los conductores pitan ni bien el semáforo se pone en verde, los peatones, o no cumplen con la conducta vial que deben tener o no les son respetados los derechos que también tienen y las bicicletas deben esquivar el tránsito que las bloquea porque a tramos, como el de la ciclovía del centro, los carros la ocupan la mayor parte del tiempo.

Ocurre en Guayaquil, la urbe más grande del país, que no termina de transicionar hacia lo que el Banco Interamericano de Desarrollo define como una ciudad sostenible: “Aquella que ofrece una buena calidad de vida a sus ciudadanos, minimiza sus impactos al medio natural, preserva sus activos ambientales y físicos para generaciones futuras, y a través de ello promueve su competitividad. De la misma manera, cuenta con un gobierno local con capacidad fiscal y administrativa para llevar a cabo sus funciones urbanas con la participación activa de la ciudadanía”.

En esta línea, dicen las autoridades ambientales del Cabildo, ahora la visión es posicionar a la ciudad como un territorio resiliente ante el cambio climático y orientado a un desarrollo bajo en carbono a partir de un modelo participativo. “Vamos a fortalecer bastante la participación social… El ciudadano va a conocer las obras, pero también va a participar de las acciones”, asegura Bolívar Coloma, director de Ambiente municipal.

Ángel Ramírez, director del Grupo de Investigación en Ingeniería Sostenible de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, señala que en cuanto a resiliencia primero hay que identificar las afectaciones que podrían darse de acuerdo con varios escenarios de cambio climático y luego establecer medidas para minimizarlas.

El Municipio está a la espera de este diagnóstico de vulnerabilidades que está desarrollando con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y que daría paso al primer plan de adaptación al cambio climático con el que contaría la ciudad.

Con este mismo organismo, se hizo la medición de las huellas de carbono e hídrica de la ciudad y del Municipio como institución a través de la iniciativa Huella de Ciudades.

Tomando como referencia al 2014 como la línea de base, los resultados de este estudio dieron cuenta de que la huella de carbono (HC) de Guayaquil es de 6,8 millones toneladas (t) de CO2 y la hídrica (HH) 1.015 millones de metros cúbicos.

El principal contribuyente es el transporte, con un 39% de las emisiones de GEI y con la gasolina y el diésel como principales fuentes.

Para reducir las emisiones del mayor contribuyente de la huella se ampliará la flota del sistema Metrovía incorporando, al 2018, 80 articulados para reemplazar al 30% de los buses urbanos. Esta medida tiene un potencial de reducción de 5.315 t de CO2. Al 2032, en cambio, 200 buses de la Metrovía suplirían al 100% de los buses que operan en la urbe llegando a reducir 325.119 t de CO2.

Si bien al entrar más metrovías y al salir buses urbanos de circulación se consigue la disminución de emisiones de este sector, este sistema de transporte masivo que funciona desde 2006 igual produce CO2 porque se alimenta con diésel, ¿por qué no pensar entonces en buses eléctricos o un metro?

Para el asesor ambiental Virgilio Benavides Andrade, que Guayaquil esté sobre el agua dificulta la construcción de un sistema de metro subterráneo, pero no lo imposibilita. “Nueva York tiene el metro que pasa debajo del río Hudson y conecta las islas”, refiere y también plantea que podría realizarse un tipo de metro aéreo o monorriel eléctrico.

Coloma dice que no se ha planteado un proyecto de metro por el tiempo que conllevaría y porque “el impacto social, ambiental y humano de la implementación es alto”, asegura y añade que hay más potencialidad en la aerovía, un transporte aéreo eléctrico que complementará a los buses de Durán.

Las medidas del segundo sector con más emisiones de GEI son las que, según el Cabildo, tienen el mayor potencial para reducir la HC con 7.000.000 t CO2 disminuidas al 2032. Estas contemplan utilizar el metano que se genera de la descomposición de la materia orgánica del relleno sanitario para obtener biogás para uso de energía. Al 2025, por ejemplo, esta acción podría derivar en la reducción de hasta un 25% de las emisiones de GEI de plantas de tratamiento de aguas residuales.

Precisamente, programas encaminados a mejorar la eficiencia de estas plantas, a implementar nuevas y a ampliar la red de alcantarillado se plantean para reducir la HH de la ciudad. El primero, el de mayor potencial, reduciría hasta 500.000.000 m³ al 2032.

Considerando que la huella hídrica está relacionada con la calidad del agua y con la contaminación que sufre el estero Salado por las descargas domésticas e industriales, la consultora ambiental Nancy Hilgert considera que la mejor forma de reducirla no es mejorando la eficiencia de las plantas de tratamiento, sino disminuyendo esas descargas.

Las domésticas, por ejemplo, creando un sistema de plantas de tratamiento urbanas por grupos de casas como en las ciudadelas privadas, así el agua estaría apta para descargarse al Salado.

Y para las del sector industrial, controlando mejor el funcionamiento de sus plantas de tratamiento y sancionando cuando no cumplan con el mantenimiento adecuado y los niveles de purificación de agua que se descarga al río Daule, al río Guayas y al estero Salado.

 

 

Fuente: El Universo | ElProductor.com

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