Hay que tener buenas y variadas semillas para probar cuál se adapta mejor en cada suelo”, asegura el productor Rubén Torres, que en su finca en el centro de Cuba obtiene de forma orgánica cada año alrededor de 1,6 toneladas de frijoles entre otros alimentos.

La importancia que atribuye el campesino, de 71 años, a la semilla para que el agro logre cubrir la demanda local de la legumbre coincide con la valoración de investigadores consultados por IPS, que proponen incentivar el mejoramiento genético y la explotación en los campos de otros tipos de leguminosas.

Después de dos décadas de selección, Torres cultiva para vender cuatro variedades de frijol negro, otras tantas de rojo y una de blanco. “Y tengo en varios surcos otros ocho cultivares (variedades) para el consumo familiar y la realización de investigaciones científicas”, detalló a IPS.

“Los campesinos van a sembrar y muchas veces no tienen semilla. Por eso siempre regalo de las mías a quien las necesita. Sin una semilla de calidad, no se triunfa”: Rubén Torres.

Enclavada en una zona ganadera en la periferia de la ciudad de Santa Clara, a 268 kilómetros al este de La Habana, la parcela de Torres resulta singular porque destina la mayoría de sus 17 hectáreas al cultivo de frijol y arroz, los dos rubros básicos en la dieta de los 11,2 millones de habitantes de esta nación del Caribe insular.

Baños de Marrero, como se llama la finca familiar, está cubierta además por aguacateros, cocoteros y sembradíos de maíz y tomates. Otros espacios son cubiertos por semilleros y algunos grandes repositorios urgidos de reparación, donde Torres produce 20 toneladas de fertilizante ecológico a partir del humus de lombriz.

“Los campesinos van a sembrar y muchas veces no tienen semilla. Por eso siempre regalo de las mías a quien las necesita. Sin una semilla de calidad, no se triunfa”, afirmó este participante en el Programa de Innovación Agropecuaria Local (PIAL), que desde 2000 promueve el empoderamiento campesino en 45 de los 168 municipios del país.

A su juicio, “existe una empresa estatal que vende semillas pero para obtener buenas de verdad debe garantizarlas el propio campesino”.

Con apoyo de la cooperación suiza y la coordinación del estatal Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas, el PIAL comenzó enseñándoles a familias campesinas del occidente cubano a obtener y seleccionar sus propias semillas y se expandió hasta promover hoy la participación femenina y juvenil en la rama agropecuaria.

“Realmente sin semillas de alta calidad, no se pueden lograr avances en la productividad”, indicó a IPS el agrónomo Tomás Shagarodsky, sobre un aspecto clave para elevar los rendimientos del frijol, el tipo de legumbre que más se cosecha en Cuba aunque existe potencial para producir muchas más.

Como parte de las reformas en la agricultura, el sector incentivó en 2008 el cultivo del frijol en busca de incrementar la superficie dedicada a su explotación en las diversas formas productivas, que son granjas estatales, cooperativas y pequeños productores privados.

Entre 2009 y 2014, el país sembró como promedio 126.650 hectáreas anuales de la leguminosa, en las que obtuvo un promedio de 118.830 toneladas. En el pasado reciente como 1996, los campos frijoleros cubrían apenas 38.000 hectáreas y rendían 9.000 toneladas al año.

 

Fuente: IPS | ElProductor.com

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