El abismo Challenger, en la fosa de las Marianas, es el lugar más profundo de la Tierra. Está en el océano Pacífico, a unos 11.000 metros de profundidad, por lo que solo tres veces el ser humano ha llegado hasta allí. Se creía que esa distancia lo tenía a salvo del impacto de los estragos del hombre, pero no.

Científicos han detectado “niveles extraordinarios” de contaminación industrial en esta y en la fosa de Kermadec, según un estudio publicado en la revista Nature Ecology & Evolution.

 La investigación, desarrollada por las universidades del Reino Unido, Aberdeen y Newcastle, demuestra que la contaminación antropogénica en la superficie puede llegar hasta los rincones más remotos del mundo. “Los niveles de contaminación eran considerablemente más altos que los medidos en regiones próximas a zonas fuertemente industrializadas, lo que plantea la existencia de una bioacumulación de contaminación antropogénica”, explica Alan Jamieson, líder de la investigación.
Para el estudio, analizaron muestras de crustáceos anfípodos –comen todo lo que encuentran– recogidas por sumergibles Deep-sea Landers en las fosas mencionadas y encontraron que tenían “niveles extremadamente altos” de contaminantes orgánicos persistentes (POP, por su sigla en inglés) en los tejidos grasos.

Entre los POP figuran los policlorobifenilos (PCB, prohibidos desde los años 70) y difeniléteres prolibromados (PBDE), utilizados en fluidos dieléctricos y en retardantes de llama, respectivamente.

Estas sustancias son altamente tóxicas y pueden permanecer en el medioambiente durante largo tiempo sin descomponerse y trasladarse a grandes distancias a través del agua y del aire. Es probable que los POP llegaron hasta las fosas marinas a través de residuos plásticos y de la carroña que se deposita en sus profundidades, donde se convierten en alimento de los crustáceos anfípodos.

 

Fuente: El Tiempo | ElProductor.com

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