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Desde que pasaron de ser nómadas a sedentarios, los humanos han estado modificando genéticamente plantas y animales, sin ni siquiera darse cuenta. Se guardaban semillas de las mejores cosechas para sembrarlas al año siguiente o se seleccionaban los ejemplares más fuertes para sus cultivos. Un proceso que se realizaba una y otra vez durante siglos. Gracias a esto los productos han ido mejorando en cantidad y calidad a través de los años.

La modificación genética actual parte de esa base, la diferencia es que es mucho más rápido, eficiente y preciso. Con la ingeniería genética los científicos pueden seleccionar los genes o series de genes de uno o más organismos e injertarlos en otros para lograr que los organismos resultantes tengan unas características predeterminadas.

En resumen, los productos derivados de los cultivos transgénicos son organismos cuyo material genético ha sido alterado de una forma que no sucede en la naturaleza. Cabe agregar que son considerados productos seguros, ya que para que salga al mercado tienen que pasar por un largo y riguroso proceso de evaluación (más de 20 años).

Sus beneficios

  • Los cultivos están protegidos frente a virus, insectos y malas hierbas.
  • Gracias a plantas tolerantes a los herbicidas y a los pesticidas, éstos se utilizan menos, lo que es bueno para el medioambiente y para la economía, porque reducen costos.
  • Los frutos son más resistentes, duraderos o incluso más nutritivos.
  • Los hay preparados para desarrollarse en zonas estériles o de sequía donde hasta ahora era prácticamente imposible plantar.
  • Se consiguen frutos de mayor tamaño y  en consecuencia más rentables.
  • Se les pueden añadir proteínas que ayudan a combatir enfermedades y malnutrición.
  • Plantas y animales crecen más deprisa.
  • Como consecuencia de la tolerancia y resistencia, teóricamente, los rendimientos de los cultivos aumentarán y con el tiempo se contribuirá a un mejor abastecimiento de una población que se multiplica.

Los transgénicos en nuestro mercado

Los productos más habituales en nuestra alimentación han pasado por un mejoramiento genético o han sido productos derivados de los cultivos genéticamente modificados. No cabe duda que muchos de nosotros habremos ingerido algún transgénico sin ni siquiera saberlo.

En América, es Estados Unidos uno de los mayores productores, seguido por Brasil, Argentina y Bolivia. 18 millones de agricultores en 26 países sembraron más de 185 millones de hectáreas en 2016.

Un caso muy sonado fue la papaya hawaiana, modifica hace unos 20 años, cuando un virus transmitido por insectos acabó prácticamente con todas las cosechas de la isla. Los agricultores se vieron incapaces de solucionar el problema y el caso se puso en manos de los científicos, que consiguieron transferir un gen de una parte no dañina del virus al ADN de la papaya. Los agricultores pudieron beneficiarse de los resultados, porque las compañías dedicadas a la ingeniería genética no estaban interesadas en un cultivo en principio tan poco rentable y cedieron la tecnología para desarrollar las nuevas semillas a una asociación de agricultores hawaianos. La papaya es de los pocos productos que sobrevivió a una intensa campaña que se llevó a cabo en la isla para acabar con las plantaciones y centros de investigación sobre transgénicos. Ahora se venden en Estados Unidos y Canadá.

En el caso de Colombia, en 2017 se sembraron cultivos transgénicos en 24 departamentos del país. Los departamentos líderes en producción de cultivos genéticamente modificados son Meta, Córdoba y Tolima, siendo este último, el departamento que más crece en maíz transgénico.

De acuerdo con las cifras del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, durante 2017, en Colombia se sembraron  86.030 hectáreas de maíz genéticamente modificado (GM), 9.075 de algodón y 12 hectáreas de flores azules  para un total de 95.117 hectáreas de cultivos transgénicos.

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