Los científicos dicen que tienen una nueva evidencia de que las plantas deben el arco iris de colores de las frutas a los diferentes animales que las comen. Por supuesto, no es nada nuevo que el rojo brillante de una berry atrae a las aves hambrientas. Desde finales de 1800, los investigadores han especulado que los colores de las frutas evolucionaron para llamar la atención de ciertos animales, que las cogen y finalmente dejan caer sus semillas en el suelo del bosque.

Pero la evidencia para apoyar la idea es cuanto menos dispar, según dicen los científicos. Parte del problema es que muchos estudios sobre el color de la fruta suponen que vemos el color como lo ven los animales, asignando a las frutas colores como el naranja o el amarillo según cómo los perciben los humanos.

Existen buenas razones para dudar de si el rojo para nosotros tiene el mismo aspecto para, por ejemplo, un lémur. Los humanos tienen tres tipos de células de cono con sensor de color en los ojos, cada una sensible a diferentes longitudes de onda de luz. Pero la mayoría de los demás mamíferos tienen sólo dos tipos de células de cono. Y las aves tienen cuatro, lo que les ayuda a ver una gama de colores que no podemos ver.

Una fruta que nos parece negruzca, por ejemplo, puede reflejar los rayos ultravioleta, que las aves pueden ver pero los humanos no.

«Con la excepción de algunos primates, ningún otro animal en la Tierra ve el color de la manera en que lo hacemos nosotros», dijo la coautora del estudio Kim Valenta, profesora asistente de investigaciones de antropología evolutiva en la Universidad de Duke.

Muchos estudios también olvidan considerar otras razones por las cuales las frutas desarrollan sus colores específicos, dijeron los autores. Por ejemplo, algunas especies de plantas simplemente se parecen a sus parientes genéticos más cercanos, dando frutos de color rosa o marrón debido a que sus antepasados comunes también eran así. O el color de la fruta podría ser causado por factores ambientales como la latitud, la temperatura o las propiedades del suelo.

Omer Nevo, de la Universidad de Ulm, en Alemania, Valenta y sus colegas recogieron datos de reflectancia sobre frutos maduros y hojas de 97 especies de plantas en Uganda y Madagascar, como albaricoques amarillos, berries negro azulado y frutas Weinmannia blanquecinas.

El equipo descubrió que los colores de la fruta de especies estrechamente relacionadas no tienen ningún tipo de relación más que la esperada por azar.

 

Sin embargo, las frutas que son principalmente consumidas por mamíferos como monos y simios tienen una mayor reflectancia en la parte verde del espectro, mientras que las frutas dispersas por las aves reflejan más en el rojo, supuestamente porque las aves tienden a depender más de su visión de los colores vivos que muchos otros animales, y los rojos son más fáciles de detectar frente al follaje verde.

Los hallazgos apoyan firmemente la idea de que los animales dispersores ayudaron a impulsar la evolución de los colores de la fruta en las plantas tropicales. Además se descubrió que las plantas cuyos frutos reflejaban la luz ultravioleta también tendían a tener hojas que reflejaban los rayos UV, lo que sugiere que el color de la fruta es al menos, en parte, una respuesta a factores ambientales que afectan a toda la planta, como la protección contra los rayos dañinos del sol.

A continuación, planean analizar otros rasgos de la fruta, como el olor, el tamaño o la textura. «Puede ser que la visibilidad, atraiga a las aves, pero el olor es más importante para atraer animales cuyo sentido del olfato es más intenso que el de la vista», concluyó Nevo.

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