Lechuga, tomate, zapallito y melón son algunas de las alternativas que permite el cultivo en sustrato. Dos experiencias, una en La Plata y otra en Esquel, demuestran la potencialidad de estos desarrollos que permiten producir más alimentos en menor cantidad de hectáreas.

Décadas atrás, imaginar que se podía cultivar una fruta o verdura sin que estuviera plantada era como soñar despierto, o querer volar sin alas. Pero a partir de la década de los ’90 y gracias al impulso de la floricultura, los sustratos ganaron el mercado y se expandieron a otras actividades como las forestales, la olivicultura, la fruticultura y la horticultura, entre otras. Esta mezcla de materiales minerales u orgánicos que actúa como soporte de las plantas, permiten que hoy en La Plata se puedan obtener tomates con un 40% de rendimiento bruto superior al que crece en la tierra.

El Ingeniero Agrónomo, Matías Bocchino, uno de los desarrolladores del proyecto, sostuvo que «la calidad de la cosecha se vio acrecentada significativamente. Las experiencias internacionales demuestran que estos dos parámetros (calidad y rendimiento) se incrementan con respecto al cultivo en suelo, siendo Holanda (cultivos de altísima tecnología) el país con mayores valores de rendimiento por metro cuadrado, los cuales llegan a quintuplicar los volúmenes obtenidos en suelo en la Argentina».

Su colega, Fernando Ayala, explicó las razones por las cuales se elige este tipo de cultivo: «La posibilidad de independizarse del suelo, implica escapar de los patógenos que en él habitan y por ende escapa a la necesidad de tener que usar desinfectantes de suelo, con todos los problemas ambientales que esto conlleva. Representa también un manejo preciso de la nutrición. Estos dos puntos son claves ya que, una planta bien nutrida no se estresa y no se enferma tanto como otra que no lo está», concluyó.

Ayala aseguró que «un cultivo más sano puede expresar mucho mejor su potencial y a su vez requiere menos tratamiento de agroquímicos, pudiendo obtener productos más sanos, de calidad superior y son mayores los rendimientos por metro cuadrado».

Una bandeja con diferentes plantines de verdura de hoja verde desarrollado en el INTA-Esquel sobre sustrato de lana. En Entre Ríos se utiliza la cáscara de arroz del descarte industrial como base para la germinación de las semillas. Lo más habitual en el Sur es la turba. (CRÉDITO: E. Miserendino-INTA)

 

Los técnicos coincidieron en que, para llevar a cabo este innovador sistema, es importante contar con el riego y la fertilización automatizada. «El sistema es muy exigente en la precisión de ambos factores, por lo que es clave la utilización de goteros auto-compensados para que a cada planta le llegue la cantidad requerida de nutrientes y agua; y asimismo la planta no se vea modificada por variaciones de presión, que existen entre el inicio y el final de las líneas. También es fundamental un filtrado eficiente, para evitar el ingreso de partículas no deseadas dentro del sistema de emisión», indicó Bocchino.

Pero antes de pensar en la instalación de los invernáculos y los sistemas de riego necesarios, hay que elaborar los plantines, que son pequeñas plantas ya establecidas con hojas y un sistema radicular (raíces) parcialmente desarrollado. En diálogo con Infobae, Enrique Bettiga, coordinador del proyecto, explicó que «se utilizan sustratos de fibra de coco con una calidad refinada, sobre palets recubiertos con bolsas de nylon donde se apoyan los plantines, que son regados con estacas con goteos que se alimentan por una manguera principal. Cuentan con un sistema especial que brinda la cantidad justa, necesaria y automatizada, de agua y nutrientes, de acuerdo a los requerimientos diarios del cultivo».

 «Según Bettiga, la inversión inicial se recupera en cuatro o cinco años con una estabilidad de producción»

A esto se suma una reducción de horas de trabajo en el invernáculo y se evitan las excesivas tareas de laboreo por lo que no se tiene que estar lastimando la tierra, permitiendo además alcanzar una mejor sanidad en las plantas.

El Sur se planta

Mientras tanto, en Chubut, los técnicos de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) que el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) tiene en Esquel, utilizaron la lana que se descarta de la esquila como sustrato para elaborar plantines hortícolas, con buenos resultados de crecimiento a campo. Además, diseñaron un sistema de riego que se puede construir en cualquier hogar a bajo costo.

En La Plata, las plantas de tomates reciben el agua y los nutrientes necesarios a través de un sofisticado sistema de riego

 

En diálogo con Infobae, el jefe de la Agencia de Extensión Rural de la EEA-Esquel, Eduardo Miserendino, explicó que «las características físico-químicas de la lana, la convierten en un material liviano y apto para la retención de agua y aire, condiciones que propician la realización de los plantines hortícolas en bandejas de cultivo».

Durante las pruebas, los técnicos descubrieron que algunas lanas tienen cierta cantidad de sales que resultan nocivas para la germinación, pero esa dificultad se resuelve con la aplicación de un lavado previo. Luego de este procedimiento, se forma un bollito con el descarte del pelaje de las ovejas y se rellenan las pequeñas celdas de la bandeja a la espera que la semilla brote y se forme el plantín.

«En el Sur, para tener una huerta productiva tenemos que comenzar cuando las condiciones de temperatura sean las adecuadas. En primer lugar, hacemos todos los plantines en mesada, para escaparnos de los fríos intensos en los suelos; y para ahorro de agua, se utilizan las piletas», explicó Miserendino.

El técnico resaltó que «con el sol, la lana se calienta y conserva esa temperatura que permite hacerle frente a los fríos que se tienen en la zona por la noche, y de esta manera permite que se aceleren los procesos de desarrollo del cultivo».

En los ensayos, se produjeron plantines de diferentes especies hortícolas, con un alto grado de éxito en lechuga; aunque también se lograron otras verduras de hoja, tomate, maíz, melón, zapallito y zapallo. Además, están desarrollando algunas pruebas en flores y plantas aromáticas con buenos resultados.

Miserendino trabajó junto a su colega Camila Antiman Cotut. Atentos a las demandas y posibilidades que tiene una huerta a pequeña escala, los técnicos diseñaron un sistema de riego que sirve de alternativa al riego por aspersión, que además se puede construir en con materiales sencillos y a bajo costo. Consiste en una suerte de pileta, donde se coloca la bandeja de germinación y se llena con una lámina de agua, cuya cantidad se puede regular con un flotante.

Los pies en la Tierra

Los tomates platenses elaborados con plantines en sustrato de fibra de coco alcanzaron una mejora del rendimiento de hasta el 40% comparado con los desarrollados de manera tradicional

 

«La idea nació desde el Programa Pro-Huerta para la elaboración de plantines hortícolas», relata Miserendino quien agrega que «originalmente estaba pensado para atender la cuestión de la alimentación saludable de los productores ovinos de la Estepa Patagónica, que no tienen contemplado en su dieta mucho consumo de hortalizas». No obstante, el técnico del INTA recordó que, pese a que la iniciativa no tuvo el recibimiento esperado en ese sector, sí funcionó en la zona urbana.

«La gente quiere hacer su propia huerta; están mucho más ávidos de producir sus verduras para reemplazar las que se comercializan en los mercados locales, que llegan del Norte del país y no lo hacen en las mejores condiciones», advierte el hombre de la EEA-Esquel. «A los pequeños productores les recomendamos esta técnica porque la mayoría tiene fácil acceso al descarte de la lana. Tradicionalmente, para la elaboración de sustratos se utiliza la arena volcánica que es un recurso no renovable, por lo que alentamos a que eviten su uso, porque tarde o temprano generan un impacto negativo en el ambiente», señaló.

Por su parte, Bettiga estimó que «en 30 años vamos a tener que duplicar la producción alimentos en una menor cantidad de hectáreas. La Argentina es uno de los países con mayor potencial de crecimiento por la disponibilidad de tierras y tecnología» dijo el técnico, y vaticinó: «Una vez que los productores se acostumbren y adopten estas tecnologías, van a utilizar cada vez más este tipo de cultivo porque van a lograr una estabilidad en su producción, año a año»

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