Victoria Campoverde, de 22 años, fue quien incentivó a su madre a comenzar un pequeño huerto urbano en el patio de su casa. La primera prueba de Campoverde fue una planta de tomate. Después de comprarla, siguió al pie de la letra un tutorial que encontró en internet hasta verla trasplantada en un suelo “que solo estaba acostumbrado al césped”.

“Ese fue mi primer intento fallido, hace ya un año y medio”, destaca mientras recuenta qué productos ya se pueden tomar desde su patio. “Ahora ya tengo plantas de culantro, perejil, manzanilla, tomate, zanahoria e intento plantar algunas cositas más”.

Con dos o tres intentos que terminaron mal después de su primera planta de tomate, Campoverde empezó a dedicar más tiempo y más espacio a la agricultura. “Más personas deberían optar, aunque sea, por sembrar plantas cotidianas como especias. Es la mejor forma de asegurar que parte de los productos que ingerimos sean totalmente sanos”, dice.

Beneficio
Así como el patio de Campoverde, en Quito existen más de 3.700 huertos urbanos, en 40 hectáreas, que producen cultivos orgánicos para consumo personal y venta, según la Agencia de Promoción Económica (ConQuito).

Expertos como Fernanda Salázar, ingeniera ambiental, defienden que la creación de huertos urbanos “permite regular la calidad de alimentos cultivables que se ingieren diariamente”. Además, “es una opción de compensación de la huella de carbono que emitimos diariamente como consumidores indirectos de grandes industrias agricultoras”.

Ella, opina, que es necesario incentivar este tipo de opciones como alternativa para, “incluso, mejorar la calidad de vida de personas en estado de vulnerabilidad”.

Proyectos 
Las personas que tienen este tipo de huertos o que quieran crearlos pueden recibir capacitaciones y asistencia técnica gratuita en la ciudad. Proyectos como el de Agricultura Urbana y Participativa, impulsado por ConQuito, buscan incentivar esta práctica desde 2002, cuando se implementó, explicó Pablo Garófalo, funcionario de esa institución.

“El  objetivo es conectar a asociaciones barriales, de agricultores o a cualquier persona con el conocimiento y las técnicas adecuadas”, señaló. Sesiones de cinco días, de 08:30 a 13:30, son el plan de estudio. Estos cursos se abren cada dos meses. Después de este periodo, técnicos visitan a los involucrados en sus propios huertos para brindar apoyo.

Además, “a grupos de cuatro personas o más les damos la oportunidad de ingresar al proyecto con un proceso de capacitación individualizado. El técnico se dirige al lugar donde se ubicará el huerto y brinda capacitaciones de dos a tres horas cada 15 días, durante tres meses”, agregó.

Con el proyecto, también se busca impulsar la economía popular a través de ferias, pues allí pueden vender el excedente del producto. ConQuito tiene 15 puntos de venta y se realizan alrededor de 900 ferias al año.

Para aumentar las opciones, ConQuito realizó una propuesta al Cabildo: que los espacios municipales vacíos, baldíos o subutilizados se entreguen a pequeños productores o asociaciones barriales, para generar huertos. “Hay gente que quiere hacer agricultura, pero cada vez se reducen los espacios donde hacerla”, dijo.

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