En España, pero también en Uruguay, el Covid-19 no redujo el consumo de vino sino que lo aumentó, solo que el incremento se dio en los hogares.

En muchas partes del mundo el surgimiento del Covid-19 generó cambios en el consumo de vino. En Uruguay, cuando comenzó el aislamiento voluntario y se salió menos a la calle con lo cual se condujo menos, el consumo de vino aumentó y hasta donde se sabe no fue un consumo masivo ni exagerado, sino con la moderación propia de quienes saben beber.

En España se observó un mayor consumo en el hogar, ya que el aislamiento impedía asistir a bares.

“A estas alturas se desconoce si de la crisis saldremos ‘mejores personas’. Pero a buen seguro, y como demuestran las cifras, beberemos más vino en casa. Algo, por otra parte, que realmente sí nos hace mejores personas”, escribió el periodista Raúl Masa en un reciente artículo publicado en el sitio Mercad2, especializado en mercado, empresas y economía.

Reino Unido y Alemania, sí tienen una mayor costumbre de consumo a nivel doméstico y eso es algo que los españoles también han terminado por asumir, añadió.

“La gente ha encontrado que el consumo doméstico es una alternativa, algo que como españoles no ha sido habitual, ya que siempre hemos tomado el vino fuera de casa”. Y aquí reluce el importante trabajo que han hecho las bodegas y las denominaciones de origen. “El que quiere una marca concreta por motivos de confianza la termina encontrando”, asevera el director técnico de la bodega Ramón Bilbao, Rodolfo Bastida.

Un indicador de que los españoles consumen más vinos en casa es que “se ha disparado la venta de complementos del vino, como sacacorchos o copas”, eso indica “el cambio”, apunta Bastida.

Además, también gracias al Covid-19, llegó el ecommerce o comercio electrónico para el vino, en todo el mundo han crecido las compras de todo tipo de productos por internet, y el vino no escapa a eso, hasta catas y reuniones en torno al vino se han realizado, incluso en Uruguay.

En España no hubo, para el vino, el debacle que se temía. Tampoco lo hubo en Uruguay, aunque eso no quiere decir que no haya desafíos. Los hay, muchos y nuevos, con los que el sector debe aprender (ya lo está haciendo) a manejarse en un rápido proceso de adaptación.

La enóloga Leticia Villalba, responsable de la bodega Beretta ubicado en Melilla, dijo en abril de este año que el mercado del vino estaba cambiando.

En julio el también enólogo y presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi) Ricardo Cabrera, declaró que el coronavirus “fue un desafío positivo” para los vinicultura nacional porque las ventas crecieron “más del 30 % comparado con los mismos meses del año pasado” y eso “quizá sea por la cuarentena voluntaria, o porque la gente se recluyó más en sus casas, pero se incrementó la venta de vino nacional y es una gran noticia porque estamos en una producción que no va a tener sobrestock”.

Ahora Uruguay está reactivando la economía y las personas vuelven a sus trabajos y para eso conducen sus vehículos, por lo que se estima que se reducirá el consumo de vino. Por lo tanto el desafío es cómo hacer para que esa reducción sea lo más moderada posible considerando que estamos ante una actividad que genera 40.000 empleos y que como bebida es una de las más finas y mejores del mundo si se sabe beber en su justo término.

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