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El universo ha sido siempre objeto de fascinación para el ser humano. Con un tamaño de más de 46.000 millones de años luz (equivalentes a más de 440.000 trillones de km) y un número de estrellas de una magnitud difícilmente concebible –tan solo en la Vía Láctea se estima que se superan los 200.000 millones–, el deseo de descubrirlo ha sido constante para la ciencia; no obstante, la aventura espacial del ser humano pasa por la posibilidad de proporcionar alimento a las futuras misiones.

Por ello, se han puesto en marcha múltiples proyectos para estudiar la viabilidad del cultivo de alimentos en entornos extraterrestres, como Green Moon Project, que estudia el cultivo de vegetales en la Luna, el objeto espacial más cercano a nuestro planeta.

¿Podría crecer una planta en la Luna con una gravedad que es una sexta parte de la terrestre? Esa pregunta fue el germen del proyecto con el que José Maria Ortega Hernández (Málaga, 1993), entonces estudiante de ingeniería aeronáutica, concurrió en 2016 al Google Lunar X Prize, una competición que buscaba potenciar la inversión en futuras misiones privadas a nuestro satélite.

Lo hizo junto con un biólogo vegetal y un ingeniero de energía, y su propuesta no solo quedó entre las finalistas, sino que suscitó el interés y ayuda de institutos de investigación, atrajo a científicos y se convirtió en un proyecto profesional.

A día de hoy, Green Moon Projec tiene firmado un acuerdo con el Centro de Exploración Espacial de la Universidad de Chongqing para llevar sus experimentos de cultivo hortícola a la Luna en una próxima Chang’e (las misiones de exploración lunar chinas).

Los retos
El equipo de Green Moon Project trabaja en entender cómo afectan todos los factores lunares a las plantas y en resolver los retos y dificultades que presenta el cultivo desde tres ámbitos diferentes: la geología planetaria, la biología vegetal y la tecnología espacial.

Jesús Martínez-Frías y Fernando Alberquilla, investigadores del Instituto de Geociencias, se encargan de la parte geológica, de analizar la incidencia del suelo lunar en los cultivos. Para ello usan sustrato de Lanzarote –la comunidad científica entiende que el suelo de la parte de Timanfaya es muy similar al que se van a encontrar en la Luna y en Marte– y también un regolito con la misma composición que las piedras que la misión Apollo 11 trajo de la Luna.

Y sobre esos suelos ya están haciendo pruebas en colaboración con InnoPlant, el socio empresarial del proyecto, al frente del cual están Eva Sánchez Rodríguez y Juan Hernández, que prueban cuál son las especies y semillas que mejor se adaptan a esos suelos, cómo compensar la falta de nitrógeno en el suelo de la luna, cuáles serían las mejores opciones para fertilizar…

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