sábado, 23 noviembre 2024.
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La agricultura necesita la resiliencia que tenemos las mujeres

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Cuando recibí la llamada para redactar este editorial me llenó emoción saber que finalmente se está tomando en consideración nuestras opiniones como mujeres que escogimos una carrera profesional de “machos”. Así que pensé, ¿qué escribir? Bueno, pues me dije, primero que todo tengo que averiguar qué es un editorial, porque soy agrónoma ¡no periodista, peor editorialista! Cuando comprendí que esta misión es una opinión de algo, un punto de vista de una situación, entonces empecé a investigar un poco acerca del rol de la mujer en la Agricultura, el impacto que ha tenido en el desarrollo agropecuario del país y me di cuenta, mientras navegaba por las páginas del internet, que la presencia de las mujeres liderando la agricultura es poca o nula. Entonces, mientras me encontraba sentada pensando que escribir me remonté a mi niñez en la finca de mis abuelos disfrutando del campo.  Cuando utilizaba prácticas que preservaban la tierra y cuidaban el ambiente. De ahí mi amor por la agricultura, ese amor que mis abuelos y mi madre me heredaron.  Así que pensé, esto es lo que quiero estudiar. Cuando decidí estudiar esta carrera mi padre me preguntó, ¿estás segura? ¡Y sin dudarlo le contesté sí! Así que emprendí este reto de ser la primera Ingeniera Agrónoma de mi familia. Qué diferente hubiera sido si mi padre no hubiera apoyado cada uno de mis sueños y mis luchas. Entonces pienso en todas esas niñas y mujeres del campo que labran la tierra, que desearían tener la oportunidad de formarse en esta noble profesión que alimenta el mundo.

Ahora bien, adentrándome en la parte medular de este editorial en el que tengo que analizar el desarrollo de la mujer en el sector agropecuario, creo firmemente que aún estamos aprendiendo a gatear.  ¡Lo he vivido! En mi ejercicio profesional me ha tocado ser parte de varios comités en el que muchas veces fui la única mujer sentada en una sala llena de expertos, discutiendo temas técnicos. Me he quedado perpleja al verme rodeada de hombres, reflexionando sobre las muchas veces que nos hacen a un lado por no reclamar nuestra participación.  Donde la opinión de la mujer se desmerece por el simple hecho de pertenecer a este género. En donde luego de haber sido la primera presidenta de una Asociación de Agrónomos en el que el 70% de sus miembros son hombres, al terminar mi informe de gestión me felicitaban incrédulos por la gestión realizada.  Donde muchas veces el trabajo no es reconocido porque el hecho de ser mujer no nos hace suficientemente capaces de liderar una tarea con éxito.  Vivimos en una sociedad en la cual la mujer todavía no tiene una participación importante en el sector agropecuario.  Si volvemos la mirada al campo, la FAO indica en sus estadísticas que aproximadamente dos tercios de la fuerza laboral agrícola es femenina, ese mismo estudio indica que en la mayoría de los casos esta labor no es remunerada.   Las mujeres de casi todas las regiones del mundo tenemos la responsabilidad de los hijos, haya o no en el hogar un hombre que funcione como punto de referencia, solemos ser también las responsables de la seguridad alimentaria de la familia.  Los datos de FAO indican que está aumentando en todo el mundo el número de hogares encabezados por mujeres debido a la migración, conflictos civiles, enfermedades, dislocación de las estructuras tradicionales de la familia, entre otros.  La seguridad alimentaria y el bienestar de la familia son, por lo tanto, importantes razones para proteger o incrementar el acceso y el control de las mujeres sobre la tierra y otros recursos productivos.  Entonces pienso que la resiliencia de la mujer es un ejemplo aún más claro de su profunda vinculación con la agricultura.

Es esa resiliencia la que me hace pensar y estar convencida que nuestro agro necesita políticas que fomenten la participación de la mujer en la agricultura.  Qué fomenten las prácticas sustentables, qué nos lleven hacia una agricultura con menos agroquímicos, una agricultura que proteja al ambiente y a sus recursos que son finitos, una agricultura que nos brinde alimentos sanos. ¡Ciertamente nos falta mucho por recorrer y por hacer, es el momento de empezar!

Autor:

M.Sc. Leyla Solórzano S.

Gerente Técnico de Embioecsa

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Cuando recibí la llamada para redactar este editorial me llenó emoción saber que finalmente se está tomando en consideración nuestras opiniones como mujeres que escogimos una carrera profesional de “machos”. Así que pensé, ¿qué escribir? Bueno, pues me dije, primero que todo tengo que averiguar qué es un editorial, porque soy agrónoma ¡no periodista, peor editorialista! Cuando comprendí que esta misión es una opinión de algo, un punto de vista de una situación, entonces empecé a investigar un poco acerca del rol de la mujer en la Agricultura, el impacto que ha tenido en el desarrollo agropecuario del país y me di cuenta, mientras navegaba por las páginas del internet, que la presencia de las mujeres liderando la agricultura es poca o nula. Entonces, mientras me encontraba sentada pensando que escribir me remonté a mi niñez en la finca de mis abuelos disfrutando del campo.  Cuando utilizaba prácticas que preservaban la tierra y cuidaban el ambiente. De ahí mi amor por la agricultura, ese amor que mis abuelos y mi madre me heredaron.  Así que pensé, esto es lo que quiero estudiar. Cuando decidí estudiar esta carrera mi padre me preguntó, ¿estás segura? ¡Y sin dudarlo le contesté sí! Así que emprendí este reto de ser la primera Ingeniera Agrónoma de mi familia. Qué diferente hubiera sido si mi padre no hubiera apoyado cada uno de mis sueños y mis luchas. Entonces pienso en todas esas niñas y mujeres del campo que labran la tierra, que desearían tener la oportunidad de formarse en esta noble profesión que alimenta el mundo. Ahora bien, adentrándome en la parte medular de este editorial en el que tengo que analizar el desarrollo de la mujer en el sector agropecuario, creo firmemente que aún estamos aprendiendo a gatear.  ¡Lo he vivido! En mi ejercicio profesional me ha tocado ser parte de varios comités en el que muchas veces fui la única mujer sentada en una sala llena de expertos, discutiendo temas técnicos. Me he quedado perpleja al verme rodeada de hombres, reflexionando sobre las muchas veces que nos hacen a un lado por no reclamar nuestra participación.  Donde la opinión de la mujer se desmerece por el simple hecho de pertenecer a este género. En donde luego de haber sido la primera presidenta de una Asociación de Agrónomos en el que el 70% de sus miembros son hombres, al terminar mi informe de gestión me felicitaban incrédulos por la gestión realizada.  Donde muchas veces el trabajo no es reconocido porque el hecho de ser mujer no nos hace suficientemente capaces de liderar una tarea con éxito.  Vivimos en una sociedad en la cual la mujer todavía no tiene una participación importante en el sector agropecuario.  Si volvemos la mirada al campo, la FAO indica en sus estadísticas que aproximadamente dos tercios de la fuerza laboral agrícola es femenina, ese mismo estudio indica que en la mayoría de los casos esta labor no es remunerada.   Las mujeres de casi todas las regiones del mundo tenemos la responsabilidad de los hijos, haya o no en el hogar un hombre que funcione como punto de referencia, solemos ser también las responsables de la seguridad alimentaria de la familia.  Los datos de FAO indican que está aumentando en todo el mundo el número de hogares encabezados por mujeres debido a la migración, conflictos civiles, enfermedades, dislocación de las estructuras tradicionales de la familia, entre otros.  La seguridad alimentaria y el bienestar de la familia son, por lo tanto, importantes razones para proteger o incrementar el acceso y el control de las mujeres sobre la tierra y otros recursos productivos.  Entonces pienso que la resiliencia de la mujer es un ejemplo aún más claro de su profunda vinculación con la agricultura. Es esa resiliencia la que me hace pensar y estar convencida que nuestro agro necesita políticas que fomenten la participación de la mujer en la agricultura.  Qué fomenten las prácticas sustentables, qué nos lleven hacia una agricultura con menos agroquímicos, una agricultura que proteja al ambiente y a sus recursos que son finitos, una agricultura que nos brinde alimentos sanos. ¡Ciertamente nos falta mucho por recorrer y por hacer, es el momento de empezar! Autor: M.Sc. Leyla Solórzano S. Gerente Técnico de Embioecsa