Considerando que el 2023, fue catalogado por muchos, como el año mas crítico en el control de sigatoka en el país, desde que esta enfermedad llegó por allá en los 87’s, se esta con la gran expectativa de que “suerte” traerá el invierno del 2024.
Los interrogantes son muchos, pero las respuestas más bien pocas y desconocidas. ¿Estamos ante un fenómeno del Niño o un invierno fuerte?, se prolongarán las lluvias?, ¿la temperatura mínima no bajará de 22 C?, ¿la pérdida de sensibilidad continuará su camino imparable?, ¿la reducción de ingredientes activos por las exigencias de los mercados continuará limitando los programas de fumigación?; seguirá la anarquía en los planes de control?, llegarán las sustancias alternativas a llenar el vacío que dejarán productos usados por décadas?
Bueno, mucho en que pensar y mucho por hacer.
Pensar en lo básico, que el control de sigatoka se corresponde a varios factores que están estrechamente entrelazados.
¿Por dónde empezar? Por el diseño de un programa de control que permita el uso de todas y cada una de las moléculas disponibles y autorizadas, y la alternancia y rotación de las mismas, que garanticen el control y el anhelado manejo de resistencia.
Lo anterior, acompañado de una evaluación de sigatoka eficiente, confiable y consistente.
Más, el manejo del cultivo, en el cual las labores que pueden incidir en incrementos de inóculo, sean consideradas prioritarias y no secundarias.
La sigtoka negra, en el 2023, vino a demostrar que todo exceso de confianza y toda aventura tiene un costo que no regresa.
El futuro esta complicado, cada paso debe ser medido y se precisa caminar primero y correr después.
Y, se vienen, el MOKO, y Fusarium Raza 4, y como se mencionó, mucho más que pensar y mucho más que hacer