Un proyecto de investigación llevado a cabo por el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) y la Universidad japonesa de Kioto sobre el cultivo de esta fruta ha descubierto la mutación de un gen en una variedad de cerezo autóctona de la Sierra de Espadán -una parque natural de la provincia de Castellón- por la cual este árbol puede convertirse en autocompatible. Es decir, no necesitaría árboles polinizadores para reproducirse.
Este resultado abre la puerta al mejor entendimiento biológico de la polinización y a su aplicación en la producción y mejora del cerezo. La investigadora Ana Wünsch, jefa de la Unidad de Hortofruticultura del centro tecnológico aragonés, dependiente de la consejería de Innovación, ha colaborado con la universidad nipona en esta investigación.
“Habitualmente las plantaciones de cerezo necesitan árboles polinizadores, ya que la mayoría de las variedades son auto incompatibles. Sin embargo, existen variedades locales de origen español que poseen una mutación única que las hace autocompatibles. A partir del estudio del genoma de estas variedades se ha podido encontrar el gen que cuando está mutado confiere autocompatibilidad”, explica Ana Wünsch.
Doble vertiente
El hallazgo, que se ha conseguido tras años de trabajo investigador, tiene una doble vertiente. Por un lado, desde el prisma científico, permite conocer cuál es el gen que conseguirá hacer autocompatible al cerezo, permitirá seleccionar genéticamente este carácter y generar variedades autofértiles. También hará posible descubrir el mecanismo que genera esta autocompatibilidad, lo que abre la posibilidad de aplicarlo a otras variedades de frutales como los almendros, manzanos o perales, que también precisan de árboles polinizadores.
Por otro lado, evitar la necesidad de colocar árboles polinizadores en las plantaciones de frutales tiene, además, ventajas para los productores. “Actualmente, es necesario alternar filas de árboles productores y de árboles polinizadores -explica la jefa de la Unidad de Hortofruticultura del CITA-, lo que requiere un diseño de las plantaciones muy preciso ya que es necesario solapar las producciones de ambos tipos de árboles y en muchos casos, estas producciones no son uniformes”.
Asimismo, con árboles autofértiles, se obtendrían incrementos en la producción de fruta, incrementando el nivel de eficiencia y rentabilidad de las explotaciones.
Estrecha colaboración
El hallazgo de este gen ha sido fruto de la colaboración de los científicos de Universidad de Kioto y de la Unidad de Hortofruticultura del CITA. “Llevamos muchos años trabajando juntos de manera muy estrecha y muy fructífera”, explica Ana Wünsch.
“Ellos aportan una tecnología muy avanzada y nosotros las variedades vegetales que son motivo de estudio”, añade la investigadora, quien detalla que los japoneses “tienen un concepto de la agricultura muy diferente. Para ellos es algo más familiar”.