miércoles, 30 octubre 2024.
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La sequía acecha a la agricultura

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En su propiedad, en la vía Manta-Rocafuerte, el agricultor sembró con la esperanza de aumentar sus ingresos para mantener a su familia. Con su esposa Jenny María Ortega y su hijo pusieron manos a la obra. Sembraron 8 días antes de carnaval, en febrero. “En la primera y en la segunda lluvia que empapó estaba preparada la tierra”, contó.

Después las lluvias se fueron alejando y, con ello, llegó la muerte para la plantación de maíz y unas cuantas plantas de sandía, melón y habas.
Perdió todo el capital y, sin seguro agrícola, no puede recuperar parte de lo invertido.
El sistema de riego por goteo instalado en su propiedad es mudo testigo de que la mayoría de los agricultores depende de que “San Pedro abra la llave” para producir.
En esa zona, donde no hay canales, quienes tienen capital invierten en riego por goteo y compran el agua, lo que se refleja en plantaciones de cebolla, pitahaya y hasta maíz que crecen sin problemas mientras en la otra orilla, donde la siembra es precaria, predomina el amarillo pálido de los cultivos secos.
Realidad. La escasez de agua que afecta a la provincia genera preocupación en el sector agropecuario, especialmente en los cantones del sur considerados “secos”. Mientras los agricultores informan las pérdidas para que les paguen el seguro (los que lo tienen), el sector ganadero empieza a tomar precauciones y a ensilar el pasto para alimentar a los animales en verano. Pero todo parece indicar que será un período de crisis para el sector productivo.
De hecho, las cifras entregadas por la Secretaría Nacional del Agua (Senagua), de las lluvias ocurridas en el embalse de Poza Honda, en el período de enero a abril, muestran que las precipitaciones van disminuyendo.
Por ejemplo, en el fenómeno El Niño de 1983, en los 4 primeros meses del año cayeron 1.885 milímetros por metro cuadrado. En el fenómeno El Niño de 1998 las precipitaciones sumaron 1.826,50 mm. El año pasado se consideró que hubo un “evento extraordinario” influenciado por lo que los investigadores llamaron “El Niño Costero”: cayeron 1.709,70 mm.
Este año, en el mismo período, las precipitaciones alcanzaron los 754,40 mm. Entonces, la preocupación tiene una base que obliga a un trabajo urgente coordinado desde el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
Informe.  En abril las oficinas del MAG empezaron a recibir a los agricultores que han perdido sus cultivos por  falta de agua, plagas, taponamientos y otras causas en las que, paradójicamente, hay casos de pérdidas por inundaciones. Son los avisos de siniestro para que el MAG envíe a inspeccionar, se elabore un informe y Seguros Sucre cancele el seguro en función de si la pérdida es total o parcial.
Desde que presenta el aviso, el agricultor tiene 10 días para presentarse en las oficinas del MAG y máximo en 3 meses recibe la indemnización, informó Sandro Vera, director provincial del Ministerio de Agricultura.
Señaló que hasta el 22 de abril habían recibido 6.355 avisos de siniestro que corresponden a 20.328,75 hectáreas afectadas, la mayoría de maíz.
El funcionario se refirió solo a las hectáreas aseguradas, que son unas 38.000, pero, dijo, “por información de otras instituciones, por ejemplo la Unidad Nacional de Comercialización, (se conoce que) por año se siembran en Manabí entre 70.000 y 80.000 hectáreas”.
Explicó que la norma establece que las asociaciones deben ser registradas en el MAG para tener vida jurídica, “las demás hectáreas son agricultores independientes, no pertenecen al MAG”.
¿Pero la política agropecuaria es para todos? le preguntamos. Respondió que “son responsabilidad del Estado, pero ellos deciden”.
Otro agricultor que nunca ha asegurado su cultivo es Leonardo Rodríguez, de Jipijapa. Invirtió más de 600 dólares en la siembra de maíz  y “como va el clima la producción estaría perdida en un 70 por ciento”, señaló.
Parte de la producción esperaba utilizarla en elaborar el tradicional greñoso, plato típico de este cantón.
Dorys Reyes, presidenta del GAD de la parroquia Membrillal, indicó que la situación en su zona es preocupante, ya que 600 hectáreas se han perdido. Esta zona y la de Julcuy, parroquia de Jipijapa, son secas y no cuentan con pozos profundos, peor con sistemas de riego, por lo que las pérdidas son cuantiosas.
Pozos. La falta de agua obliga a tomar decisiones. Vera dijo que una de ellas es construir pozos profundos y albarradas, competencia del Gobierno Provincial de Manabí (GPM).
Joab López, director de Riego y Drenaje de Gobierno Provincial, comentó que entre el 2016 y el 2017 construyeron 700 albarradas y 113 pozos profundos. Hasta ahora tienen estudios para perforar 60 pozos más, trabajo que, explicó, requiere primero de un estudio para determinar dónde está la veta de agua, a qué profundidad y las características del suelo, porque hay sectores donde no se da la veta o hay que perforar hasta 50 o 100 metros.
Con tres represas hay agua asegurada para riego, lo que no hay son canales para llevar el líquido.
La presa múltiple Chone tiene pendiente el sistema de riego; el sistema Carrizal-Chone, que se alimenta de La Esperanza, está dañado desde el terremoto; Poza Honda solo cuenta con canales principales, responsabilidad de la Empresa Pública del Agua (EPA), porque los secundarios no fueron construidos por el ex CRM.
Alex Briones, subsecretario de Senagua Manabí, señaló que todos los años hay anomalías climatológicas, sea por inundaciones o sequía, para las que deben estar preparadas las instituciones porque el impacto es de carácter social y económico.
Indicó que aunque las precipitaciones han sido bajas, los embalses se encuentran en cotas estables que “permiten manejar de manera eficiente las inundaciones y la sequía”.
Otra alternativa es mantener el balance hídrico mediante un monitoreo que permita conocer en qué momento trasvasar.
Agregó que aunque  La Esperanza y Poza Honda no se han llenado en toda su capacidad, el agua para consumo humano y riego, para las cuencas de los ríos Portoviejo y Carrizal, está garantizada porque los trasvases están cien por ciento operativos.
Insistió en que “es importante la corresponsabilidad de los usuarios o regantes para que ahorren u optimicen el recursos hasta cierto punto, para mitigar si existe la sequía”.
Una recomendación que para Javier Bailón no tiene sustento. “Cómo voy a ahorrar un agua que no tengo”, se pregunta, y vuelve a mirar el árido suelo donde, en este año, lo único que cosechará es desilusión.
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