sábado, 26 abril 2025.
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El clima cambia los límites de las enfermedades tropicales en Colombia

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El dengue, el zika, la malaria y ahora la fiebre amarilla ya no son exclusivos del trópico: el aumento tanto de la temperatura como de las lluvias ha ampliado el rango geográfico de los mosquitos transmisores poniendo en riesgo a poblaciones que antes no estaban expuestas a estas enfermedades.

El cambio climático está modificando el panorama epidemiológico en Colombia. Según el informe Lancet Countdown 2024, la mortalidad en personas mayores de 65 años relacionada con el calor ha aumentado un 167 %, superando en 102 puntos porcentuales las expectativas sin el aumento de la temperatura. Además, el 61,3 % de las regiones del mundo han experimentado incrementos en las precipitaciones diarias promedio en comparación con el período 1961-1999, y en 2023 cerca del 40 % sufrieron alguna sequía extrema. ?

Estas condiciones climáticas extremas están creando ambientes propicios para la proliferación de vectores transmisores de enfermedades. Zonas que hasta hace poco se consideraban como seguras frente a enfermedades transmitidas por vectores –como Bogotá y otras regiones de clima templado– están empezando a reportar casos de dengue, zika y malaria, y más recientemente de fiebre amarilla. Detrás de esta transformación silenciosa está el cambio climático, cuyas consecuencias ya no son una amenaza futura, sino una realidad en expansión.

Así lo advierte la doctora en Ciencias Biomédicas Nubia Estela Matta, profesora del Departamento de Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien sostiene que el aumento progresivo de la temperatura, los cambios en los patrones de lluvia y humedad, y la transformación de los ecosistemas están ampliando la presencia de vectores como el Aedes aegypti —transmisor del dengue, el zika y el chikunguña— hacia zonas donde antes no sobrevivían.

“El cambio climático transforma el ambiente favoreciendo la expansión de enfermedades tropicales a lugares que antes no eran endémicos, lo cual implica que las poblaciones de esas regiones —que no tienen inmunidad— están más expuestas y son más vulnerables.

“La situación exige una revisión urgente de las estrategias de vigilancia y control, que se deben adaptar a las nuevas condiciones climáticas y no limitarse a las zonas históricamente afectadas”, explica la profesora Matta.

Señala además que “los sistemas de salud deben estar preparados para enfrentar estas enfermedades emergentes, que aumentarían con fenómenos como El Niño”.

En un artículo publicado en Periódico UNAL, la investigadora insiste en la necesidad de una respuesta integral: “el monitoreo ambiental, la participación comunitaria, la educación sanitaria y la articulación intersectorial son fundamentales para anticipar, mitigar y controlar estos nuevos riesgos sanitarios asociados con el cambio climático”.

La fiebre amarilla vuelve a zonas rurales sin protección vacunal

En Colombia, la fiebre amarilla, transmitida por mosquitos infectados, ha mostrado un resurgimiento preocupante. En 2023 se confirmaron dos casos de fiebre amarilla en jóvenes sin antecedente vacunal o con estado vacunal desconocido, quienes habían estado en zonas boscosas de riesgo. A marzo de 2024 se confirmaron cuatro casos adicionales en hombres procedentes de zonas rurales dispersas, todos sin antecedente vacunal y con desenlace fatal. ?

En 2025 el país enfrenta un preocupante brote de fiebre amarilla, con 79 casos confirmados y 36 muertes reportadas hasta el 21 de abril. Tolima es el departamento más afectado, con 38 casos activos y 23 fallecimientos reportados, seguido por Putumayo con 7 casos y 5 muertes. La situación ha llevado al Gobierno nacional a intensificar las campañas de vacunación y las medidas preventivas.

El médico infectólogo Jorge Alberto Cortés, profesor de la Facultad de Medicina de la UNAL y funcionario del Hospital Universitario Nacional de Colombia (HUN), de la UNAL, menciona que en las selvas los monos son el reservorio del virus, y la enfermedad se da por la picadura de mosquitos infectados por los géneros Aedes y Haemagogus.

“En las áreas urbanas la transmisión puede obedecer al contacto cercano con zonas selváticas o por la introducción del virus a través del humano infectado a regiones con alta densidad de mosquitos, que a su vez transmiten el virus de una persona a otra”.

“Mientras existan los vectores la enfermedad se puede reintroducir en sitios donde ya estaba contralada, por eso en muchos territorios del mundo se exige la vacunación”, señala.

Según el académico,“pese a las dificultades en el diagnóstico diferencial, por tratarse de un grupo de enfermedades con síndrome febril agudo, hoy es un éxito del sistema haber identificado a los pacientes, ya que finalmente podrían haber fallecido y nadie se habría dado cuenta”.

“Las enfermedades más frecuentes pueden ser dengue, malaria y rickettsiosis, que pueden matar a las personas y cuyos síntomas se pueden confundir con la fiebre amarilla, y por eso es muy importante diferenciarlas clínicamente”, advierte.

“Somos víctimas de nuestro propio éxito: con 10 casos al año, la mayoría de los médicos no han visto la fiebre amarilla, pues estos pacientes no llegan a donde estamos los infectólogos, sino que llegan a los caseríos, a los centros de salud primarios, por eso debemos enseñarles a los médicos las condiciones de manejo de los pacientes con síndromes febriles agudos que vivan por debajo de los 1.800 msnm, y siempre sospechar que se puede tratar de algo más”, concluye.

https://agenciadenoticias.unal.edu.co/detalle/el-clima-cambia-los-limites-de-las-enfermedades-tropicales-en-colombia

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