domingo, 27 octubre 2024.
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La cara oculta de los cultivos verticales

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Los cultivos verticales son una de las soluciones planteadas para el problema del déficit alimentario y de las altas emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la producción desenfrenada de alimentos en nuestra época. Estos funcionan, como su nombre lo indica, de manera vertical, lo que permite que se encuentren en lugares urbanizados y no ocupen el mismo espacio que un cultivo tradicional.
Sin embargo hay varias desventajas en el uso de este tipo de agricultura, incluyendo no solo sus aspectos de producción, sino su impacto energético, climático y a nivel social.

Luz solar vs Luz artificial
En primer lugar, los cultivos verticales que se dan en espacios interiores podrían estar desperdiciando la luz solar. Para quien no conozca los procesos biológicos de las plantas, el desperdicio de un recurso que no puede acabarse no representa ningún problema. Sin embargo, es importante aclarar que las plantas necesitan una cantidad específica de luz para poder convertirla en materia orgánica, completando así la fotosíntesis. Por ende, si la planta no recibe suficiente luz solar, será necesario el uso de luz artificial para que esta pueda sobrevivir y cumplir con su objetivo biológico.

Uno de estos casos es el jardín vertical ideado por una compañía japonesa llamada Spread. Este cultivo de lechugas, que se encuentra en funcionamiento pero cuya actualización terminaría en el año 2017, cuenta una marcada reducción en el uso de pesticidas por encontrarse en un espacio cerrado y controlado. Sin embargo, estas mismas condiciones hacen necesario el uso de luz artificial para que funcione correctamente.

Otro caso es el de la granja creada por Shigeharu Shimamura, establecida dentro de una antigua fábrica de semiconductores donde se hace necesario el uso de luces LED para la producción masiva de lechugas.

Estas condiciones suelen levantar sospechas, muchas veces sin fundamento, sobre si lo cultivado en este entorno puede ser peligroso para la salud. No hay evidencia sobre posibles efectos perjudiciales para la salud, pero si se ha encontrado que el uso de energía no es tan “eficiente” como nos hacen ver las compañías.

Uso intensivo de energía
Aunque en el caso del cultivo de lechugas el uso de luz LED para hacerlas crecer puede optimizarse al punto de producir entre 20.000 y 35.000 cabezas, y aún bajo la asunción de un uso eficiente de la iluminación, plantas como tomates o patatas de tamaño adecuado requieren cerca de 1.200 kWh de electricidad por cada kilogramo comestible, lo que equivale al uso promedio anual de un refrigerador en Estados Unidos, una cantidad de energía exagerada bajo cualquier estándar.

Bajo esa tasa, por ejemplo, producir la misma cantidad de vegetales que actualmente se cultivan en Estados Unidos en un año (sin contar las patatas) en sistemas verticales requeriría un poco mas de la mitad de la electricidad que produce este pais, generando 1.300 millones de toneladas métricas de emisiones de carbono por año, sin considerar las condiciones de aclimatación en dichas instalaciones.

Limitación en el tipo de cultivos
Esta cantidad de energía consumida ha traído un problema adicional: el costo-beneficio. Una de las principales razones por la que han empezado a proliferar las granjas verticales ha sido la facilidad de cultivar vegetales como lechuga o espinaca y su relativamente alto margen de ganancias. Sin embargo, plantas como las patatas, tomates o fresas, no solo requieren nutrientes adicionales, requieren más tiempo y su consumo energético es mayor, haciendo que las ganancias se reduzcan, e indirectamente, que la agricultura vertical se centre en el cultivo de “hojas”, limitando la capacidad de producir gran variedad de vegetales.

Un caso ejemplar es la granja Alterrus, una iniciativa en la ciudad canadiense de Vancouver que terminó declarándose en bancarrota con un deficit acumulado de 52 millones de dólares. Esta granja vertical cultivaba fresas.

Impacto social
Con la aparición masiva de cultivos verticales en diferentes zonas urbanas alrededor del mundo, podría ocurrir algo similar a lo que ocurrió tras la revolución industrial del siglo XVIII, donde la tecnología podría estar reemplazando a los trabajadores. La tecnificación de los cultivos podría golpear fuertemente a aquellas personas que viven de la agricultura, especialmente en los países en vías de desarrollo.

En una de las granjas mencionadas anteriormente, notamos como su actualización logrará disminuir el personal necesario para ser operada, reduciendo las oportunidades laborales de varias personas.

Quizás en un país industrializado como Japón no existe una necesidad inminente de generar empleo en el sector agrícola, pero en un caso como el de las Granjas Verticales Flotantes de Singapur, que también es un país industrializado, los agricultores de otros países podrían verse afectados.

En el caso de Singapur, países como Brasil y Argentina exportaban los alimentos que consumían los singapurenses. Ahora, con la creación de jardines verticales masivos en el país, los países sudamericanos exportarán menos, se reducirá la demanda de los alimentos, bajando su precio y por ende el ingreso de los agricultores.

En la busqueda de soluciones al problema del hambre en el mundo, las granjas verticales tienen un lugar especial al lado de los bosques de alimentos, y aunque esta tiene beneficios evidentes, considerar sus aspectos negativos nos da una perspectiva diferente para buscar soluciones y convertirla en una opción realmente sostenible.

 

 

Fuente: AgroA | ElProductor.com

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Los cultivos verticales son una de las soluciones planteadas para el problema del déficit alimentario y de las altas emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la producción desenfrenada de alimentos en nuestra época. Estos funcionan, como su nombre lo indica, de manera vertical, lo que permite que se encuentren en lugares urbanizados y no ocupen el mismo espacio que un cultivo tradicional. Sin embargo hay varias desventajas en el uso de este tipo de agricultura, incluyendo no solo sus aspectos de producción, sino su impacto energético, climático y a nivel social. Luz solar vs Luz artificial En primer lugar, los cultivos verticales que se dan en espacios interiores podrían estar desperdiciando la luz solar. Para quien no conozca los procesos biológicos de las plantas, el desperdicio de un recurso que no puede acabarse no representa ningún problema. Sin embargo, es importante aclarar que las plantas necesitan una cantidad específica de luz para poder convertirla en materia orgánica, completando así la fotosíntesis. Por ende, si la planta no recibe suficiente luz solar, será necesario el uso de luz artificial para que esta pueda sobrevivir y cumplir con su objetivo biológico. Uno de estos casos es el jardín vertical ideado por una compañía japonesa llamada Spread. Este cultivo de lechugas, que se encuentra en funcionamiento pero cuya actualización terminaría en el año 2017, cuenta una marcada reducción en el uso de pesticidas por encontrarse en un espacio cerrado y controlado. Sin embargo, estas mismas condiciones hacen necesario el uso de luz artificial para que funcione correctamente. Otro caso es el de la granja creada por Shigeharu Shimamura, establecida dentro de una antigua fábrica de semiconductores donde se hace necesario el uso de luces LED para la producción masiva de lechugas. Estas condiciones suelen levantar sospechas, muchas veces sin fundamento, sobre si lo cultivado en este entorno puede ser peligroso para la salud. No hay evidencia sobre posibles efectos perjudiciales para la salud, pero si se ha encontrado que el uso de energía no es tan “eficiente” como nos hacen ver las compañías. Uso intensivo de energía Aunque en el caso del cultivo de lechugas el uso de luz LED para hacerlas crecer puede optimizarse al punto de producir entre 20.000 y 35.000 cabezas, y aún bajo la asunción de un uso eficiente de la iluminación, plantas como tomates o patatas de tamaño adecuado requieren cerca de 1.200 kWh de electricidad por cada kilogramo comestible, lo que equivale al uso promedio anual de un refrigerador en Estados Unidos, una cantidad de energía exagerada bajo cualquier estándar. Bajo esa tasa, por ejemplo, producir la misma cantidad de vegetales que actualmente se cultivan en Estados Unidos en un año (sin contar las patatas) en sistemas verticales requeriría un poco mas de la mitad de la electricidad que produce este pais, generando 1.300 millones de toneladas métricas de emisiones de carbono por año, sin considerar las condiciones de aclimatación en dichas instalaciones. Limitación en el tipo de cultivos Esta cantidad de energía consumida ha traído un problema adicional: el costo-beneficio. Una de las principales razones por la que han empezado a proliferar las granjas verticales ha sido la facilidad de cultivar vegetales como lechuga o espinaca y su relativamente alto margen de ganancias. Sin embargo, plantas como las patatas, tomates o fresas, no solo requieren nutrientes adicionales, requieren más tiempo y su consumo energético es mayor, haciendo que las ganancias se reduzcan, e indirectamente, que la agricultura vertical se centre en el cultivo de “hojas”, limitando la capacidad de producir gran variedad de vegetales. Un caso ejemplar es la granja Alterrus, una iniciativa en la ciudad canadiense de Vancouver que terminó declarándose en bancarrota con un deficit acumulado de 52 millones de dólares. Esta granja vertical cultivaba fresas. Impacto social Con la aparición masiva de cultivos verticales en diferentes zonas urbanas alrededor del mundo, podría ocurrir algo similar a lo que ocurrió tras la revolución industrial del siglo XVIII, donde la tecnología podría estar reemplazando a los trabajadores. La tecnificación de los cultivos podría golpear fuertemente a aquellas personas que viven de la agricultura, especialmente en los países en vías de desarrollo. En una de las granjas mencionadas anteriormente, notamos como su actualización logrará disminuir el personal necesario para ser operada, reduciendo las oportunidades laborales de varias personas. Quizás en un país industrializado como Japón no existe una necesidad inminente de generar empleo en el sector agrícola, pero en un caso como el de las Granjas Verticales Flotantes de Singapur, que también es un país industrializado, los agricultores de otros países podrían verse afectados. En el caso de Singapur, países como Brasil y Argentina exportaban los alimentos que consumían los singapurenses. Ahora, con la creación de jardines verticales masivos en el país, los países sudamericanos exportarán menos, se reducirá la demanda de los alimentos, bajando su precio y por ende el ingreso de los agricultores. En la busqueda de soluciones al problema del hambre en el mundo, las granjas verticales tienen un lugar especial al lado de los bosques de alimentos, y aunque esta tiene beneficios evidentes, considerar sus aspectos negativos nos da una perspectiva diferente para buscar soluciones y convertirla en una opción realmente sostenible.     Fuente: AgroA | ElProductor.com