La posibilidad de que agricultores paguen créditos con banano o fique, entre los premios Emprender.
Cuatro proyectos de negocios que avanzan en las regiones ofrecen lecciones sobre cómo acercar a los productores al crédito, vincular excombatientes -superando las prevenciones-, o apoyar la tecnificación del campo.
Agricapital, Palmiagro, La Cuchilla de San Juan y Mundo Maderas fueron reconocidos con los premios Emprender Paz, iniciativa que desde el 2008 respaldan la Fundación Social, la embajada de Suecia y la Fundación Konrad Adenauer.
La compañía antioqueña Agricapital creó un modelo de financiación sustentado en la gestión del riesgo a partir del seguimiento a pequeños y medianos productores de la región, con el fin de otorgar créditos a la medida de cada cultivo.
El proyecto comienza con la creación de una cadena de valor que va desde el acompañamiento técnico mensual hasta la garantía de compra de sus cosechas. “Si un productor se quiere acercar, es porque necesita capital de trabajo y sabe que esta inversión va a aumentar su productividad y su eficiencia para que a la final tenga más ingresos, y eso para nosotros es la garantía de pago”, afirmó Sebastián Correa, gerente de la compañía.
El modelo facilita a los agricultores pagar los préstamos con sus propios cultivos al convertirse en una plataforma entre los productores y las cooperativas, siendo estas últimas las que al final pagan a Agricapital el dinero de los productos que obtuvieron de las cosechas. La empresa revisa el historial productivo y brinda un asesoramiento jurídico de 24 horas a los productores.
Palma en vez de ilícitos
Palmiagro, la iniciativa de cinco asociaciones de pequeños productores de palma en Tibú, Norte de Santander, desarrolló un modelo empresarial integral en torno a la economía de la palma de aceite en la región.
El almacén que brindaba insumos y herramientas a los productores a cambio del fruto de palma, que luego se vendía a extractoras, logró inaugurar en diciembre de 2018 su propia planta de palmisteria, con la cual pudo acaparar todo el proceso productivo de esta cosecha.
“La planta se creó a raíz de nuestra insistencia con el Banco Agrario para que creyera en nosotros como pequeños productores y nos aprobaran un crédito”, cuenta José Martínez, uno de los fundadores del proyecto. Además del aceite, la planta fabrica torta de palmiste, un producto utilizado como base para la elaboración de alimento concentrado para ganado, con lo cual también favorece a este sector.
Asimismo, el negocio ha logrado impactar ambientalmente al optimizar los desechos contaminantes que quedan del proceso de producción, ya que los utiliza para integrar el 50 por ciento de la materia prima que se requiere para la elaboración de plásticos.
Un café que unifica
La planta de Cuchilla de San Juan, fundada hace 12 años por 123 productores, es la central en Belén de Umbría, Risaralda, que acopia el café en cereza. Fue creada con el objetivo de unificar la producción cafetera a partir de las dificultades de los procesos artesanales en las fincas, que contaminaban las aguas de los ríos y generaban café menor calidad.
“Allí se producen 400.000 kilos de café pergamino seco, a través de un proceso industrial que ha reducido los tiempos que invertía el cafetero y que ahora puede usar para sí mismo y para su familia” destacó Miguel García, integrante del proyecto.
La compañía comercializa el café con la cooperativa de caficultores de la Federación de Cafeteros y ya cuenta con un cliente canadiense que les compra y les da un sobrecosto.
Excombatientes con estibas
La creación de una empresa de producción de estibas de madera en Yumbo, Valle, garantiza a exintegrantes de grupos armados la posibilidad de acceder a un empleo sin tener experiencia. El negocio, que es liderado por tres excombatientes, surge a partir del proceso de desmovilización, que contó con la participación de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), la Fundación Bavaria y la Fundación Carvajal.
Con el capital semilla de las personas reintegradas y la colaboración de estas entidades, se desarrolló la planta de producción, que también genera empleo a jóvenes cabeza de familia que buscan su primer trabajo.
“Las empresas deberían apoyar estas iniciativas, abrirles las puertas, no tener prevención con ellos. Y, si los van a apoyar, que no sean tres meses, sino a largo plazo, así como nos han apoyado a nosotros”, afirmó Héctor Perea, uno de los líderes del proyecto.