Los esfuerzos de China por cumplir con su agenda ambiental causan impactos en los bosques y comunidades de Ecuador. Mientras el país asiático, que es el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, acelera su transición hacia el uso de energías renovables, la explotación, exportación y los decomisos de balsa alcanzan niveles récord en territorio ecuatoriano.
La balsa es utilizada para fabricar las aspas de los aerogeneradores, necesarios para la producción de energía mediante el viento. Ante el temor de quedarse atrás en su lucha climática, China decidió dar incentivos económicos a la industria eólica desde mediados del 2019. La demanda de este material aumentó repentinamente, al igual que los precios.
Esto repercutió directamente en Ecuador, ya que es el primer exportador de balsa del mundo. Christian Riofrío, director ejecutivo de la Asociación Ecuatoriana de Industriales de la Madera (AIMA), explica que las exportaciones de la industria forestal en el 2020 alcanzaron los USD 856 millones, esto es 67% más de lo exportado en 2019, un año antes de la pandemia.
De esta cantidad exportada, el 66,6% correspondió a la balsa y sus productos derivados, que a su vez las cifras muestran que las ventas de este producto se duplicaron entre 2019-2020 y aumentó el 86,7% en comparación con el año 2012.
De esta cantidad exportada, el 66,6% correspondió a la balsa y sus productos derivados, que a su vez las cifras muestran que las ventas de este producto se duplicaron entre 2019-2020 y aumentó el 86,7% en comparación con el año 2012.
Aunque las empresas ya establecidas aprovecharon la demanda de China, también se intensificó la actividad ilegal y la incursión de nuevos actores. Además, los precios de bloques y de la madera se duplicaron y la pandemia agravó la situación por la especulación.

Durante el año pasado, la Unidad de Protección del Medio Ambiente (UPMA) de la Policía Nacional retuvo 13141 metros cúbicos de madera y de estos, 6845 metros cúbicos fueron balsa, es decir, más de la mitad. La cantidad de esta especie forestal decomisada en el 2020 fue un 80,5% más alta que la registrada en 2019.

Aunque la mayoría de las empresas formales se encuentran en la Costa ecuatoriana, la extracción de balsa se expandió a la Amazonía donde está causando problemas entre comunidades y en los bosques nativos, que son deforestados para sembrar esta madera.
Según los datos de la UPMA, en Orellana se retuvieron 1463 metros cúbicos de balsa durante el 2020. A esta provincia le sigue Esmeraldas con 940,99 metros cúbicos. En el tercer puesto de los sitios con mayor número de retenciones está Pastaza con 821,93 metros cúbicos de balsa decomisada y en el cuarto lugar se ubica Sucumbíos con 690,59 metros cúbicos.
María Belén Páez, directora de la Fundación Pachamama, cuenta que desde 2019 algunas personas acudieron a esta zona para monitorear dónde se encontraba la balsa. Entre abril y diciembre del año pasado se registró el aumento más alto de la extracción de balsa en distintos sectores de esta región.
Los intermediarios son los que más ganan en este proceso y los que más afectan a las dinámicas sociales y culturales. Páez explica que estas personas entran con maquinaria, contratan gente y consiguen canoas para transportar el producto por el río. Después, la madera es colocada en camiones conocidos como mulas. El proceso puede costar alrededor de USD 10 000 por camión. Es decir, este dinero, que representa un viaje desde Copataza a Quevedo, se lo quedan los intermediarios.
Jorge Rivas, director de Conservación de Paisajes Terrestres del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) Ecuador, considera que en Pastaza es más evidente la extracción de esta madera, porque es la provincia que tiene más bosques.
Hay evidencias, dice, de que ya se terminó gran parte de la balsa del río Pastaza y los traficantes ya han cruzado la frontera para extraer madera en comunidades peruanas.
La balsa causa conflictos entre comunidades

Todos coinciden en que un cultivo sostenible puede ser una opción, si es manejado adecuadamente. Los achuares, por ejemplo, están diseñando un plan de manejo integrado de balsa. Lo ideal, dice Páez, es que estas personas puedan tener una certificación que garantice que no están causando deforestación en bosques primarios y que se conviertan en exportadores directos.
Hay comunidades que se mantienen en contra de la extracción de balsa en sus tierras. Manari Ushigua, líder de la nacionalidad sapara, explica que no se permite la explotación de este recurso en su territorio. El problema es que sus vecinos, que viven río arriba, decidieron realizar esta actividad y Ushigua teme que la contaminación llegue a través del río.