martes, 20 mayo 2025.
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Internacional- Importaciones, ganadería, regadío: los cambios agroalimentarios que se esperan para 2050

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Un estudio fija un modelo de nuestro sistema agroalimentario en 2050 siguiendo escenarios muy diferentes para reducir nuestra huella de carbono.

¿Cómo será nuestra alimentación dentro de 30 años? Para lograr las ambiciones francesas y comunitarias de neutralidad en carbono con el horizonte 2050 nuestra sociedad debe tomar decisiones que son tan cruciales como difíciles de aplicar.

Uno de los sectores más decisivos: la alimentación. Desde la producción agrícola de materias primas hasta el transporte de mercancías, incluido el procesado industrial, alimentar a la población genera una cuarta parte de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) en el mundo.

“No podremos evolucionar sin tocar nuestro sistema alimentario, de la granja a la mesa”, insiste Sarah Martin, jefa del departamento de Agricultura, Bosques y Alimentación de Ademe (Agencia de Transición Ecológica francesa), en la apertura de una conferencia organizada en octubre por el CNRS y otras organizaciones científicas.

La investigadora y sus colegas han presentado informes con resultados inéditos. En el marco del proyecto de investigación SISAE (Simulación Prospectiva del Sistema Alimentario y su Huella de Carbono), los científicos han seguido cinco trayectorias agroalimentarias diferentes compatibles con el objetivo de la neutralidad en carbono.

Van desde la instauración de una sociedad sobria radicalmente distinta, denominada “generación frugal” (menor consumo, decrecimiento, deslocalizaciones masivas, etc.)-, hasta una sociedad productiva sin grandes cambios en nuestros estilos de vida, la “apuesta reparadora” (crecimiento exponencial, uso de tecnología verde, digital, etc.).

 

Más o menos platos de carne

 

Siguiendo el primer escenario, habría significativamente menos productos animales en los platos de comida en 2050. El consumo de carne se dividiría por tres, los productos lácteos por dos. Se prefieren los alimentos frescos, de temporada y locales. Dado que el 80 % de las emisiones de GEI están ahora vinculadas a la ganadería, este cambio en la dieta supondría una reducción del 40 % en las emisiones de CO2.

Las promesas de la “apuesta reparadora” serían bastante diferentes: se mantiene el consumo de carne pero con una reducción de la vacuna a favor de las aves (menos emisoras), y “se desarrolla la acuicultura, la cría de insectos, la carne sintética y otras fuentes alternativas de proteínas”.  afirma el estudio.

Legumbres en una tienda de alimentación. Efeagro/Carlota Ciudad

Las pérdidas y los desperdicios se reducirían a la mitad, ya sea a través de la recuperación de sobras y residuos en el primer escenario o a través de refrigeradores inteligentes conectados en el segundo.

La tecnología avanzada también implicaría cambios de comportamiento. “En el escenario de la “apuesta reparadora” todos consumen productos que corresponden a su propia salud a través de sofisticados sistemas de evaluación. Productos altamente procesados ??de la industria agroalimentaria, pero adaptados a cada individuo”, dijo a EURACTIV la coordinadora del proyecto, la investigadora Carine Barbier (CNRS-CIRED).
Además, las mejoras en la eficiencia energética y el “control preciso” de los equipos limitarían, según los investigadores, el consumo de energía en los hogares y a escala profesional. Pero no sería el mismo que con el escenario de la “generación frugal”, que muestra un 25% menos de consumo.

 

Agricultura e importaciones

 

El estudio dedica una gran parte a la agricultura, un sector de primera línea para reducir las emisiones de GEI (metano, óxido nitroso y dióxido de carbono). En el escenario de la “generación frugal”, la producción agrícola se ha convertido casi en su totalidad en orgánica (70%) y consume muy pocos insumos. El uso de los productos fitosanitarios se divide por ocho.
Como consecuencia de la desaparición de la ganadería, según los investigadores, tres millones de hectáreas de cultivos forrajeros y pastizales quedarían cubiertos de bosque (pasando de 17 a 20 millones de hectáreas). Mientras que el rendimiento del trigo se reduciría en un tercio, el rendimiento general aumentaría un 14 % gracias al desarrollo de cultivos de cobertura, cultivos intercalados y agrosilvicultura.

De forma más sorprendente, el consumo de agua para riego aumentaría en ambos escenarios. Incluso en el caso de una reducción del consumo de carne. “El riego simplemente se desplazaría del maíz, que actualmente se usa para alimentar a los animales, a las leguminosas que habría que regar por las sequías”, especificó durante la conferencia Christian Couturier, coautor del estudio.

Si el camino de la “generación frugal” apuesta por la deslocalización masiva, la “apuesta reparadora” aumentaría las importaciones, en particular de alimentos para el ganado, como tortas de oleaginosas de América Latina o cereales de Asia. Las importaciones se multiplicarían por 4 frente al escenario de la “generación frugal”, que en su caso implicaría escasez de frutas tropicales y otros productos lejanos (chocolate, café, té).

Cabe señalar, sin embargo, que ante la perspectiva de una fuerte dependencia de las importaciones, estas últimas eventualmente se estabilizan ¿La razón? Aumento de los precios de la energía, que afecta al precio del transporte. “Las amenazas climáticas o las zoonosis, cada vez más frecuentes, también debilitan regularmente las cadenas de transporte”, añaden los investigadores del estudio.

 

Iluminar a los que deciden

 

Si todos los escenarios son compatibles con la neutralidad en carbono en 2050, los investigadores advierten de que el peso del sistema alimentario aumentará significativamente para entonces, “debido a la persistencia de parte de las emisiones de metano y óxido nitroso” en las granjas. Las emisiones podrían alcanzar el 50% del total de emisiones en 2050 según Ademe.

Jugando con la mejora técnica y tecnológica de los sistemas productivos, pero también con la caída de la demanda (precios al alza), el escenario “apuesta de reconstrucción” consigue reducir las emisiones globales del sector agroalimentario en un 40%, frente al 60% para el escenario basado en la frugalidad.

Contactada por EURACTIV, Carine Barbier destaca que los modelos basados ??en la sobriedad y el desarrollo del territorio tienen “ventajas adicionales, beneficios superiores sobre el agua, los pesticidas, la biodiversidad, la calidad del suelo y, de manera general, sobre la resiliencia de la agricultura”. También son los únicos que no utilizan la captura y secuestro de carbono a través de soluciones tecnológicas.

Según la investigadora, ese no es el camino al que nos dirigimos.

“La tendencia, dadas las trayectorias políticas actuales, nos coloca entre la ‘apuesta Reparadora’ y la ‘tecnología verde’”, admite. “Para poder emprender estas trayectorias, necesitaríamos tecnologías que actualmente no están maduras y realizar inversiones masivas para hacer funcionar todos los vehículos con electricidad o hidrógeno, por ejemplo. Todo esto no existe a gran escala hoy en día”.

Este trabajo a largo plazo debería iluminar ahora a quienes toman decisiones. Para Carine Barbier, “depende de quienes deciden y de la sociedad en su conjunto entender a dónde nos lleva cada decisión política sobre la industria alimentaria”.

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