El cuidado de colmenas y la capacitación de quienes se encuentran en los alrededores son importantes.

El zumbido de las abejas se hace más fuerte con cada cuadro de producción que Bayardo Sierra retira de la colmena. Las pequeñas obreras bicolor empiezan a dispersarse y el olor dulce de la miel se percibe con más facilidad. Los caminos entre las ocho colmenas que están dispuestas en columnas permanecen despejados “por si algo malo llega a pasar”, dice el hombre que ha dedicado los últimos 15 años a la producción de miel y sus derivados.

Aunque el temperamento de las abejas también depende de su cuidador y cómo se les trate, Sierra no descarta que, en algún momento, las suyas causen algún problema. “Pórtense bien”, les repite con un tono suave y calmado mientras destapa una de las colmenas que está cargada de miel.

Hablar de sus abejas es para Sierra como hablar de su vida. Lo hace de forma fluida y segura. Sus colmenas están en la Av. Eloy Alfaro, en un sector conocido como Matucucho, desde hace más de cinco años. Lejos de los edificios altos que se ven desde la calle, en una pequeña elevación, está el lugar de producción.

Ahora esta zona es muy poblada pero, hace casi 20 años que su padre inició con todo, un poco más al sur de la ciudad, “no había más que pocas casas y una fábrica”, recuerda.

Ahora él, tiene destinado otro terreno un poco más apartado de la zona poblada para sus colmenas. Dice que es más por la tranquilidad de las abejas, para que estén mejor y por protegerlas de los robos. “Ellas también necesitan un ambiente tranquilo”.

Panorama

Por seguridad de las personas que están junto a las colmenas, Sierra dice que deben estar alejadas al menos 30 o 40 de metros de donde todo sucede. Además, por su parte ha hablado con los vecinos para que sepan cómo actuar en caso de que se presente un ataque del enjambre.

Ricardo Cóndor, de 86 años, vive cerca con su esposa y dice que está acostumbrado a la presencia de ellas. Que casi no las siente salvo cuando se cosecha la miel, lo que se realiza cada cuatro meses. Además, suele decir con un poco de humor que cada vez que le pican las abejas, vuelve la movilidad de su mano.

Dice que fueron criados con miel de abeja, así como los hijos de Sierra y él mismo.

La cercanía con estos seres que viven en comunidad, ha hecho que se vuelvan indispensables en su vida. “Me han dado el estudio de mis hijos y todo lo que tengo”, dice el apicultor.

Cada vez que llegan los cuadros con los panales, es como una especie de fiesta de la producción porque elaboran polen, cera, propoleo e incluso champú. En cada cosecha sacan un aproximado de cuatro canecas (20 litros) de miel que venden a 15 dólares.

Sierra asegura que las abejas también le han aportado salud y belleza a su familia y personas que han llegado en busca del tratamiento de la apicultura. Él conoce el procedimiento y lo explica como un experto. Cada uno de los cajones, el orden y las innovaciones como el separador que le permite sacar la miel con menos riesgos, son parte de su vida cotidiana. (PCV)

El Dato
La miel de abeja tiene propiedades cicatrizantes y antibacterianas que aportan a la salud.

Peligros

La cercanía de las colmenas y la falta de cuidado de sus propietarios pueden causar altercados en la ciudad. En abril de este año, se registró el ataque de un enjambre de abejas en el Mercado Mayorista, al sur de Quito. Esto provocó que trabajadores de la zona y los transeúntes sufrieran de picaduras en algunas partes de sus cuerpos.

Fuente: La Hora | ElProductor.com

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