En el sur de Santa Fe, la familia Blúa, hace una cría intensiva, una recría y un engorde en feedlots móviles a campo. La renta ganadera le pone el pecho a la agricultura en una zona de buenos rindes.

Para sobrevivir a lo largo de cuatro generaciones, en el negocio que sea (más en Argentina) hay que reinventarse. Eso han hecho desde comienzos de siglo los Blúa, de Agropecuaria Blúa Hnos., una empresa familiar del sur santafesino que en una zona donde tallan la soja y el maíz apuestan a una cría bovina intensiva, con recría y una terminación en feedlots “a campo”.

Todo ocurre en unas 584 hectáreas de alto potencial agrícola, suelos Clase 1, profundos, con lluvias medias de 920 mm, en donde los rendimientos de soja oscilan de 35 a 55 quintales por hectárea (49 qq/ha de media de los últimos cinco años), los maíces van de 90 a 150 qq/ha (con promediando el último quinquenio 125 qq/ha), y cada hectárea vale 20.000 dólares.

Allí los Blúa, Raúl (el padre) y Marcos (el hijo), logran 96% de preñez y 90% de destete en un sistema que lleva tres décadas de siembra directa y apuesta por un “uso inteligente de los rastrojos”.

“Hace cuatro años hicimos un cambio radical”, indicó Marcos Blúa. Y explicó: “Teníamos 500 vacas y la cría tenía más peso en nuestro planteo, pero esos años llovedores nos hicieron perder 40 hectáreas de alfalfa y nos forzó a dar el vuelco”.

La tasa de preñez es del 92-96% y destetan un 90%.

Al clima se le sumaron otros dos temas: la cría no era rentable y ese rodeo de vacas estaba envejecido (aunque todavía quedaban preñadas). Así, vendieron 250 vacas y compraron 1000 terneros para agrandar la recría y potenciar un feedlot ecológico rotativo que estaban empezando a poner en marcha (el feedlot tradicional que tenían ya no daba más, por más que lo abovedaban esos años húmeros lo liquidaron).

La superficie se reparte con 53% de soja de primera (380 ha), 40% de maíz (160 ha) y 7% de pasturas (40 ha). “Con el cambio de estrategia productiva triplicamos la carne producida por hectárea”, esgrimió Blúa. Y remarcó: “En esta zona, no hay cultivo extensivo que sea más rentable que la recría a pasto y el feedlot ecológico”.

Poniéndolo en márgenes brutos por hectárea, cría más feedlot a mayo de 2019 cerraron con 3,6% de rentabilidad, el maíz 3,1% y la soja 2,9%. Pero si se pone en perspectiva la última década, la ganadería tuvo una rentabilidad promedio de 5%, el maíz 3% y la soja 4%. “La cuenta que hacemos es que, según la rentabilidad de la última década, para igualar el margen bruto de la cría y el feedlot, hubiéramos necesitado un maíz de 154 qq/ha y una soja de 62 qq/ha, muy por encima de las medias logrables”, explicó Blúa.

Cría bovina intensiva

El rodeo de cría es manejado bajo el modelo de Cría Bovina Intensiva (CBI) en donde las vacas pastorean rastrojos de cosecha gruesadurante el otoño-invierno (abril a septiembre) y pasturas consociadas durante la primavera-verano (base alfalfa, también cebadilla y festuca), época de mayor demanda nutricional de los vientres. La tasa de preñez es del 92-96% y destetan un 90%.

Los pastoreos rotativos se hacen en lotes de 40 hectáreas divididos en 6 parcelas. Ahí se logra una carga instantánea de 40 vacas con cría por hectárea. Por otro lado, el excedente de pasturas nuevas en verano se henifica (se hacen 50 rollos por año). También se hacen rollos de rastrojo de soja para que consuman 1,5 rollo por vaca por año.

Tienen entre 5 y 8% de vacas de refugo. Hacen ecografía y tactos y las vacas tienen una utilidad de 18 años. A los tres meses de lactancia se empieza con un creep feeding, en comederos automáticos con un balanceado que tiene 10% de núcleo y 90% de maíz entero. “Este sistema que dura 90 días impacta directo en un mejor estado de las vacas porque el ternero come balanceado, también en el ternero porque el rumen se adapta a la dieta de feedlot”, explicó Blúa. El destete se hace a los seis meses y medio con más de 200 kilos.

El entore de las terneras de reposición es a los 11 o 14 meses, 21 días antes que las vacas. Al compararlo con la cría tradicional en la carga por hectárea, Blúa relató que en CBI tienen un promedio de 4 a 7 vacas por hectárea por año (entre 5 y 7 vacas por hectárea de alfalfa durante primavera y verano y 2 vacas/ha en invierno, cuando se desparraman por los rastrojos y verdeos). “Es un muy buen número si lo comparamos con una cría en zonas tradicionales, que como máximo tiene una vaca por hectárea”, argumentó.

Como atenuante, Blúa advirtió que ellos hacen una “inversión tecnología de insumos y procesos de punta, que a veces en la cría tradicional no se hace” y por eso “a veces la rentabilidad es similar, aunque nosotros ponemos más”.

La recría

La recría se hace en verdeos de invierno, raigrás y avena sembrada al voleo y fertilizada. “Una dieta económica, pura proteína con la que engordan 700 gramos por día”, resumió Blúa. Están en los verdeos durante 5 meses con una carga de 3,5 terneros por hectárea. “Es una carga media, podríamos tener 6 terneros por hectárea, pero eso requiere rotaciones más intensivas y más personal para mover los animales”, expuso el productor.

Los pastoreos son rotativos pero no intensivos de cambios semanales o diarios, sino con rotaciones cada 20 o 30 días. Son lotes de 40 hectáreas que a su vez los dividimos en 3 parcelas con hilo eléctrico. Así los verdeos tienen un mes de descanso. “Nunca lo dejamos que se coman a fondo, se dejan uno o dos puños”, explicó Blúa.

Feedlot ecológico

El feedlot ecológico es un sistema de invernada de terminación intensiva desarrollado por el INTA Concepción del Uruguay con comederos móviles en el propio lote. Permiten lograr indicadores de conversión similares a los del feedlot tradicional pero, además, se reduce la formación de barro, la acumulación de deyecciones, se minimizan los olores desagradables y no se contamina el agua de la napa o de cauces de agua superficial.

“Habíamos visto este sistema hace 15 años, pero recién hace cuatro años lo implementamos masivamente, llevamos el agua por abajo del alambrado enterrada a 50 centímetros y pusimos cada 300 metros para conectar la bebida”, explicó Blúa.

Los animales van al feedlot rotativo en septiembre-octubre en 3 o 4 zafras. Cada parcela tiene 4 hectáreas y al principio tienen algo de verdeo que quedó del invierno. “Además de ese verdeo, que dura 45 días, reciben una dieta de auto consumo de 90% grano de maíz y 10% de núcleo”, explicó Blúa.

“Al estar más confortables que en el feedlot tradicional logran una mejor conversión, necesitamos un kilo menos de alimento para lograr un kilo de carne, que en 1000 animales es mucha plata”, destacó el productor. Y agregó: “Buscamos una ganancia de 1,3 kilos por día con una conversión de 4,8 kilos de balanceado para lograr 1 kilo de carne con los animales propios y 6,3 a 1 en la recría de compra”, contó Blúa. Los animales entran con 280 kilos y están hasta los 460. Desde que nace hasta que se vende el ternero pasan 310 días.

En el feedlot ecológico está todo medido en cuanto a fertilidad y rentabilidad. Los suelos arrancan con 20 partes por millón (ppm) de fósforo y cuando salen quedan con 50 ppm. Además, al no estar hacinados y en el barro, se reducen los problemas sanitarios y casi no hay enfermedades respiratorias o querato conjuntivitis. “Se debe recordar que cada ternero que se pierde equivale perder en agricultura una hectárea de soja o de maíz”, remató Blúa.

Lo que falta

“Hoy es importante estar bien administrativamente, planificar bien todo, por eso nosotros tenemos un alto costo administrativo, pero nos aseguramos de no tener imprevistos grandes”, destacó Blúa.

El segundo aspecto para no descuidar es la producción, “porque si tenés la mejor genética, pero no le das bien de comer vas a perder plata”. Y finalmente, uno que cada vez cuesta más que es el personal: “Con el capital invertido que tenemos no podés tener cualquier persona, necesitás gente que sepa, o, más que nada, que quiera aprender, el que tenga el personal motivado y capacitado va a marcar la diferencia en el futuro de esta actividad”.

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