Se está hablando mucho, y más que se hablará, de las «Smart Cities» o «Ciudades Inteligentes», pero no debemos olvidar que el medio rural también está experimentando una revolución gracias al uso de las nuevas tecnologías y al «Internet de las cosas» (entiéndase dispositivos inteligentes conectados a Internet, capaces de comunicarse e interactuar entre sí).

Los ejes estratégicos para desarrollar el Rural 2.0. son digitalización, sostenibilidad, inclusión e impulso de proyectos motor generadores de emprendimiento asociados a la identidad del territorio.

Para alcanzar los objetivos se establecen las siguientes prioridades:

  • Transformación del sector primario mediante el uso generalizado de nuevas tecnologías.
  • Protección del medioambiente, entendido no sólo como mantenimiento de espacios naturales, sino también como gestión eficiente de infraestructuras ambientales.
  • Búsqueda de la eficiencia energética y generación de energías renovables.
  • Creación de áreas productivas inteligentes como áreas comerciales o industriales.
  • Impulso del Turismo 2.0 aprovechando los recursos propios y específicos del territorio.
  • Mejora de los servicios al ciudadano, con especial atención a la tercera edad, jóvenes y mujeres.

El uso de las nuevas tecnologías no es una novedad en el campo español. Desde hace años se están desarrollando sistemas y aplicaciones para mejorar la producción, por ejemplo, existen aplicaciones que permiten planificar trabajos como la fertilización o el riego a partir de datos obtenidos de diversas fuentes (análisis del suelo, imágenes de satélites, obtenidas por vehículos aéreos no tripulados, etc.)

La «agricultura digital» permite al agricultor manejar infinidad de datos, analizar diversas variables y encontrar las soluciones más eficientes para aumentar la eficacia de los tratamientos y reducir el consumo de agua, nutrientes y fertilizantes, que se traduce en menores costes y menor impacto negativo en el ecosistema circundante. Todo ello contribuye a que la agricultura sea más sostenible y rentable.

Los sensores inalámbricos facilitan infinidad de información del entorno como temperatura, humedad, radiación solar, etc. Toda esa información se transfiere a un equipo remoto o unidad registradora de datos (datalogger) que envía la información a una unidad de control.

Los resultados que se obtienen de los sensores permiten la aplicación de varios índices espectrales, tales como el «Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada» (NDVI) que analiza la cantidad, calidad y desarrollo de la vegetación a partir de la medición de la intensidad de la radiación de ciertas bandas del espectro electromagnético que emite la vegetación, el «Índice de Contenido de Clorofila del Dosel» (CCCI) que ayuda a prevenir los riesgos relacionados con el manejo de fertilizantes ricos en nitrógeno a partir del análisis de la cantidad de clorofila en la vegetación o el «Índice de Vegetación Ajustado al Suelo Modificado» (MSAVI) que está diseñado para minimizar el impacto del suelo en las primeras etapas de desarrollo de las plantas. Estos son solo tres ejemplos de los índices existentes, pues hay más de cien.

Escasez de agua

En la agricultura si hay un bien que sea preciado –por su escasez– es el agua. El uso generalizado de sensores inalámbricos permite obtener infinidad de datos sobre los recursos hídricos existentes y los patrones de consumo, que unidos al resultado de otros índices, permiten organizar las políticas de riego y bombeo sin apenas intervención humana.

No solo en la agricultura se emplean sensores, también en la ganadería. A modo de ejemplo, existen collares inteligentes no invasivos con sensores capaces de monitorizar el comportamiento de cada animal. Los datos se recopilan y se envían directamente al smartphone del ganadero cuando la actividad del animal excede los parámetros declarados normales. De este modo, el ganadero puede cuidar y hacer un seguimiento de cada animal con almacenamiento de datos históricos.

Automatización en el campo

Otro factor que ha revolucionado el campo es su progresiva automatización.

Recientemente, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) presentó en el «Foro Transfiere de Málaga» un prototipo de robot –conocido como Robert– que permite automatizar parte del trabajo más duro de la vendimia. Se trata de una caja inteligente que sigue a los vendimiadores, evitando que estos tengan que arrastrar una pesada carga. Cuando el sistema detecta que la caja se está aproximando a su máxima capacidad, se pone en contacto con el centro de control y pide un reemplazo. Cuando llega la nueva caja, el robot que ha acompañado hasta ese momento al vendimiador se dirige a la bodega de manera autónoma.

No es la única novedad del CSIC. En el mismo certamen han presentado un dron que analiza de manera autónoma los cultivos en busca de botrytis, un hongo que causa la podredumbre de las plantas. Cuando el dron detecta un posible caso, envía a un robot terrestre que confirmará el caso y aplicará, si fuera necesario, un fungicida.

Estos robots no solo aliviarán el trabajo de los vendimiadores, también proporcionarán valiosa información al agricultor, como qué zonas del viñedo son más o menos productivas, cuáles necesitan más riego o nutrientes, etc. El agricultor va a tener un mapa de producción muy preciso que le ayudará a cuidar sus viñedos de forma eficiente.

Como vemos el Internet de las cosas, el Big Data, el Cloud Computing y la automatización no son exclusivos de urbanitas, pero para que alcancen todo su potencial en el rural es indispensable que se extiendan las redes de quinta generación (5G) que –entre otras ventajas– permiten albergar un mayor número de dispositivos conectados con un tiempo de respuesta inmediato.

Las redes 5G también ayudarán a que el rural puede repoblarse paulatinamente. Con la pandemia el teletrabajo se ha normalizado, pero exige una conectividad permanente que –en la actualidad– no está garantizada.

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