Científicos de la Facultad de Ciencias Marinas y Atmosféricas (SoMAS) de la Universidad de Stony Brook, en Nueva York, han concluido una investigación sobre restauración de almeja llevada a cabo durante diez años cuyos resultados se han publicado en Frontiers in Marine Science. En dicho trabajo se describe una novedosa estrategia de restauración de almeja americana (Mercenaria mercenaria) que utilizaron en Shinnecock Bay y con la que han conseguido incrementar en este estuario las densidades de esta especie en un 1700%, lo que también ha venido acompañado de una expansión de las praderas de fanerógamas marinas y el fin de floraciones algales nocivas en la zona. Estos resultados destacan desde SoMAS, ha permitido devolver a Shinnecock Bay a la época gloriosa de extracción de moluscos, en el siglo XX, y podrían servir también como excelente ejemplo a la hora de poder restaurar otros estuarios en el país y el mundo entero.

La almeja americana de Long Island, recuerdan las misma fuentes, fue en su momento la mayor pesquería en la historia del estado de Nueva York. En la década de 1970, dos de cada tres almejas consumidas en los Estados Unidos procedían de Long Island. Desde entonces, la pesquería se redujo en más de un 99% y, a pesar de más de cuatro décadas de esfuerzos de recuperación, la pesquería jamás había respondido, hasta ahora.

Hace una década Shinnecock Bay era un estuario aparentemente irrecuperable. De hecho, en 2011 las capturas de almeja se habían reducido en un 99,5%. Como organismo clave, esta pérdida tuvo un efecto de goteo en todo el estuario: las praderas marinas se había perdido y se producían floraciones algales nocivas e intensas de forma recurrente. «Estos bivalvos son conocidos como ingenieros de ecosistemas, ya que su capacidad de filtración puede reducir la cantidad de algas, mejorar la calidad del agua y tener efectos en hábitats como las praderas marinas que necesitan agua limpia para prosperar. Cuando un estuario experimenta una pérdida de bivalvos que se alimentan por filtración, los efectos en todo el ecosistema pueden ser de grandes dimensiones. Sabíamos que un aspecto clave para recuperar este ecosistema sería restablecer la población de almejas en Shinnecock Bay», señala Chris Gobler, presidente de la Universidad de Stony Brook, profesor de Ciencias Marinas y autor principal del estudio.

Los científicos de Stony Brook también eran conscientes de que la tarea de restauración de almejas no sería una tarea fácil, ya que más de 40 años de esfuerzos previos habían sido en gran parte infructuosos. Se necesitaba un nuevo enfoque, uno basado en la ciencia y adaptado a la naturaleza específica de Shinnecock Bay.

EL CAMINO HACIA LA RESTAURACIÓN

Para ello los investigadores se embarcaron en un estudio exhaustivo del ecosistema de Shinnecock Bay con el objetivo de comprender los factores que reducen las poblaciones de almeja y de las praderas marinas así como los impulsores de la mala calidad del agua. Lo que descubrieron fue un reclutamiento de almejas muy limitado, con adultos tan escasos que las probabilidades de reproducción exitosa eran extremadamente bajas. Este descubrimiento, en parte, condujo al enfoque principal de lo que se convirtió en el esfuerzo central del Programa de Restauración de Shinnecock Bay: la creación de santuarios de desove, zonas donde las almejas adultas podrían maximizar su rendimiento reproductivo, y dicho desove pudiera circular por toda la bahía.

Para optimizar la creación de estos santuarios, los científicos necesitaban tres componentes importantes: apoyo financiero para ejecutar el plan, cooperación de funcionarios regionales y los habitantes de la bahía, y ciencia muy detallada para poder identificar la ubicación ideal para los santuarios y poder seguir su progreso. Afortunadamente, señalan, “se dieron todos estos elementos”.

Así, se identificaron zonas donde se prohibió la captura, de modo que las almejas adultas sembradas pudieran reproducirse y volver a poblar la bahía sin ser extraída. Zonas que, por un lado, maximizarían la capacidad de reproducción de las almejas adultas y, por otro, contribuirían al mantenimiento de las crías dentro de la bahía. «Los santuarios estaban lo suficientemente lejos de las entradas de las corrientes del océano para que los desoves o las larvas no se perdieran en el Océano Atlántico, pero no tan lejos del agua limpia procedente del océano como para que las almejas adultas perecieran debido a la mala calidad del agua”, señala el profesor Gobler. «Poder usar la ciencia para identificar el sitio ideal para ubicar los santuarios de desove fue clave para el éxito de este programa«, añade.

Aun así, el éxito de la restauración no ocurrió de la noche a la mañana. Durante un período de cinco años (2012-2017), se sembraron más de 3 millones de almejas adultas en los santuarios de desove identificados y, dado que las almejas tardan varios años en crecer hasta alcanzar un tamaño comercial, el repunte de la población, se sabía, no sería inmediato. Pero con el tiempo, las densidades de almejas en Shinnecock Bay aumentaron, al igual que las cosechas.

Además, los científicos desarrollaron un nuevo método basado en el ADN para rastrear los desoves de las almejas demostrando que estos se desplazaban desde la parte occidental de la bahía hasta la mitad oriental, “donde las densidades aumentaron exponencialmente.

«Los resultados de esta restauración equivalen a un ‘win-win’ para el medio ambiente y la economía», apunta Mike Doall, coautor del trabajo. «No solo se ha recuperado la salud del ecosistema, sino que ha ayudado a resucitar una pesquería de almejas que alguna vez fue próspera, beneficiando los medios de vida de los habitantes de la bahía y restaurando un aspecto importante de la historia marítima de Long Island».

Según el profesor Gobler y los coautores, las floraciones algales en Nueva York han contribuido al colapso de las poblaciones de bivalvos y a la disminución de las praderas marinas, y estas han ocurrido con mayor frecuencia e intensidad en la bahía de Shinnecock que en cualquier otro lugar. Pero a medida que se sembraron almejas y las poblaciones de estas se expandieron, los blooms nocivos de algas disminuyeron progresivamente para, después, desaparecer de Shinnecock Bay durante seis años consecutivos, y ello a pesar de su ocurrencia anual en la vecina Great South Bay.

Los investigadores, muy satisfechos de los resultados obtenidos, se muestran esperanzados en que éxito de Shinnecock Bay sea un modelo que se replique en Long Island y en otras muchas zonas.

Referencias: Christopher J. Gobler et al, Rebuilding A Collapsed Bivalve Population, Restoring Seagrass Meadows, and Eradicating Harmful Algal Blooms In A Temperate Lagoon Using Spawner Sanctuaries, Frontiers in Marine Science (2022). DOI: 10.3389/fmars.2022.911731

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