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El escenario agropecuario de Ecuador, para el 2020, plantea retos y oportunidades claras: mantener nuestro territorio excluido de amenazas fito y zoosanitarias de importancia, ubicar nuestra oferta agroexportable con identidad propia, corregir problemas estructurales en el acceso a tecnología y crédito, y volver visible la importancia de jóvenes y mujeres a nivel rural.

El agricultor ecuatoriano debe pensar globalmente y actuar localmente, teniendo en cuenta que incluso aquellos productos commodities tienen espacio para diferenciarse. Por poner un ejemplo, cerca del 80% del maíz cultivado en el mundo utiliza semillas transgénicas, mientras la producción de Ecuador se ubica dentro del 20% restante; hoy, en la etapa de consumidores informados y de hábitos de consumo particulares, esa característica local nos vuelve globalmente diferenciados. Detrás de esa condición, hay una historia que contar sobre nuestra oferta. Ecuador tiene una legislación que contempla el reparto de utilidades con la fuerza laboral, y estemos de acuerdo o no, debe formar parte de la historia que acompaña nuestra producción; tenemos una oferta amplia de variedades de cacao, que termina –posterior a procesos postcosecha particulares- en sabores y aromas especiales, totalmente transmisibles al chocolate, producido además con nulo trabajo infantil. En la zona de Imbabura, tenemos la capacidad de producir dos ciclos de moras, granadilla, y aguacate con alto contenido de aceite. En esa misma zona, puede encontrarse producción de mango durante los meses de Julio, que alcanza precios muy atractivos. Nuestro banano tiene quizá la menor carga química del mundo, comparado con otros productos convencionales, gracias a su sitio de producción.

Ese tipo de oportunidades calza perfectamente con nuestra necesidad de asegurar el relevo generacional en el campo, volviendo nuevamente la producción agropecuaria una actividad atractiva para los jóvenes. Ecuador será socio estratégico de la feria de frutas más grande de Europa, la Fruit Logistica 2020, que se llevará a cabo en Berlín durante la primera semana de febrero. Es el espacio idóneo para crear el “Tipping Point” que Malcolm Gladwell exponía en su libro hace 20 años, señalando como pequeñas acciones pueden generar grandes cambios.

Para que la máquina agropecuaria ecuatoriana eche a andar, varias acciones deben darse paralelamente. El crédito agropecuario debe concebirse desde la naturaleza biológica de la actividad, respetando la diferencia entre capital de trabajo (insumos, semillas y jornales de inicio) y bienes de capital (tierra, equipos de riego y maquinaria), tanto para tasas, formas de amortización, y períodos de pago. Para esto, la banca pública debe evaluarse no solo por índices financieros como tal, sino por índices de desarrollo (nivel de colocación no es igual a desarrollo). La reciente entrega de títulos, resuelve en parte el acceso del productor al capital, entregándole a él una capacidad de decisión que en gran parte de su vida había sido esquiva.

Un factor adicional es asegurar el acceso a sistemas de riego adecuados. Esto realmente coloca, nuevamente, al agricultor en una posición de decisión, y permite alcanzar productividad en su potencial idóneo.

El 2020 es un año donde todos estos planes, oportunidades y proyectos deben engranarse en un proceso único. Gobierno  Central, Gobiernos Locales, productores agropecuarios, entes de control, empresas de servicios y actividades de soportes, y todos los involucrados, deben aprovechar este nuevo escenario, para colocar a Ecuador en la posición que siempre ha sido nuestra esperanza.

Por: Robert Córdova

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