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Es imprescindible mejorar la sostenibilidad de las actividades del sector ganadero. Los estudios de análisis del ciclo de vida (LCA, por sus siglas en inglés o ACV en español) han demostrado que la producción de piensos representa el 70 % de la huella de carbono de los productos de origen animales, lo que la convierte en un elemento importante a tener en cuenta a la hora de valorar opciones para mitigar sus efectos. En este sentido, conocer con mayor exactitud el impacto medioambiental de los ingredientes de los piensos es un factor fundamental para promover un cambio positivo.
La idea de un ACV medioambiental completo surgió en EE. UU. a finales de los años 60 y principios de los 70. En 1969, la empresa “Coca-Cola” encargó el primer estudio de ACV con el fin de examinar el impacto medioambiental total de un envase, centrándose especialmente en el uso de materiales reciclables y envases reutilizables de gran valor. Hacia 1973, este interés se orientó al sector energético, principalmente debido a la crisis del petróleo. En 1988, el interés se centró de nuevo en los residuos sólidos, pero este enfoque se vio rápidamente remplazado por una atención más estructurada sobre el uso de los recursos y las emisiones ambientales. En 1991, la preocupación por el uso indebido de los ACV como elemento de base para eslóganes publicitarios por parte de los fabricantes dio lugar al desarrollo de un enfoque común de la gestión ambiental materializando la inclusión del ACV en la serie de normativas ISO 14000. En 2002, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) unió sus fuerzas con la Sociedad de Toxicología y Química Ambiental (SETAC) para lanzar la Life Cycle Initiative, una alianza internacional dedicada a mejorar las herramientas de apoyo empleando datos e indicadores más precisos.

Las cuatro fases de un estudio de ACV

Según exige la norma ISO 14040, un estudio de ACV consta de cuatro fases: (i) definición del objetivo y el alcance; (ii) análisis del inventario; (iii) evaluación del impacto e (iv) interpretación. Los resultados de un estudio de ACV pueden calcularse aplicando diferentes métodos de evaluación del impacto, que proporcionan distintos niveles de detalle de la cadena causa-efecto. En el caso de la cadena causa-efecto de un oligoelemento, un método de efecto intermedio examina un punto de dicha cadena, como un aumento de la concentración de oligoelementos en el suelo, mientras que un método de efecto final estudia el impacto medioambiental al final de dicha cadena causa-efecto, como la extinción de especies a causa de las emisiones de tal mineral (Figura 1).

Análisis del ciclo de vida de los ingredientes para piensos - Image 1

Entre los análisis de inventario de efectos intermedios y efectos finales, el efecto medioambiental de los elementos de entrada del sistema puede clasificarse en diferentes categorías de impacto en el ACV. Algunas de ellas han sido abordadas con frecuencia desde los primeros estudios de ACV, como el cambio climático o la huella de carbono. Con el paso de los años, otras categorías han suscitado preocupación respecto al medio ambiente, como les fenómenos de acidificación, de eutrofización y el consumo de energía. Otras, que se han desatendido durante varios años, reciben una mayor atención en la actualidad, como las cuestiones relacionadas con la toxicidad. Con independencia de cuál sea la categoría de impacto evaluada, es importante conocer el impacto medioambiental del proceso o de los productos para lograr un desarrollo sostenible a escala mundial. Por este motivo, se han puesto en marcha iniciativas para la determinación de la huella ecológica (EF, por sus siglas en inglés o HE en español) en todo el mundo con el propósito de avanzar hacia una economía sostenible.

Estrategias para promover la sostenibilidad

Años atrás, las cuestiones medioambientales tradicionales, como la protección de las especies o la mejora de la calidad del aire o el agua, eran las principales preocupaciones ecológicas a las que se enfrentaba el mundo. Hoy en día es preciso adoptar enfoques más sistemáticos que tengan en cuenta los vínculos existentes entre diversas cuestiones y su dimensión global. Dentro de este contexto, la FAO ha creado una iniciativa promovida por varios grupos de interés denominada LEAP (Livestock Environmental Assessment and Performance Partnership: Alianza sobre evaluación ambiental y desempeño ecológico de la ganadería). Su finalidad es desarrollar orientación y métodos para comprender el desempeño ecológico de las cadenas de suministro pecuarias a fin de formular medidas normativas y estrategias operativas basadas en hechos corroborados. En 2016, la LEAP publicó una guía para la evaluación del desempeño ecológico de las cadenas de suministro de piensos para animales basada en un ACV. Los aditivos para piensos, como los minerales, se tratan como ingredientes de dichos piensos en estas guías; sin embargo, no está dentro de su ámbito de aplicación ofrecer una orientación detallada en cuanto a su producción. A principios de este año, la Comisión Europea aprobó las reglas de categoría para la huella ambiental de producto (PEFCR, por sus siglas en inglés o RCHAP en español). La industria de los piensos de la Unión Europea fue el primer sector en contar con sus RCHAP, basadas en las directrices de la LEAP. Dichas reglas proporcionan orientación técnica detallada y exhaustiva sobre cómo realizar un estudio de huella ambiental de producto (PEF, por sus siglas en inglés o HAP en español), con el objetivo de lograr un consumo y una producción más sostenibles al garantizar la comercialización de productos más respetuosos con el medio ambiente en los mercados de la UE. Además, estas RCHAP presentaron los resultados de un ACV correspondiente a una tonelada de pienso para animales que representaba la composición media de los ingredientes para piensos que se utilizaban en la industria de los piensos de la UE entre 2009 y 2013. Entre las categorías de impacto incluidas en los resultados de la HAP, aquellas relacionadas con la toxicidad (del terreno, del agua dulce y del agua de mar) se excluyeron del ACV debido a la menor solidez de los modelos de ecotoxicidad. No obstante, se alienta a los solicitantes que deseen calcular el perfil HAP de su producto de conformidad con los requisitos de las RCHAP a incluir los resultados caracterizados de todas las categorías de impacto (incluida la toxicidad). La iniciativa HAP proporcionó información válida sobre los ingredientes para piensos de origen vegetal y animal. Sin embargo, en el caso de los aditivos, como minerales, enzimas, vitaminas o aminoácidos, los modelos de sus procesos de producción aún se encuentran en proceso de mejora. Se espera que la LEAP desarrolle en un futuro próximo recomendaciones sobre como modelar la producción de estos ingredientes para piensos en particular que pueden contribuir de manera significativa a algunos impactos ecológicos pese a estar presentes en concentraciones muy reducidas en la alimentación.

La huella ecológica de la industria de los piensos

La industria de los piensos se ha comprometido a generar datos de calidad sobre los aditivos que utiliza. De acuerdo con este principio, se ha desarrollado un ACV para la fuente de óxido de zinc potenciado denominada HiZox® (Animine, Francia). Con el fin de representar la contribución de las fuentes de oligoelementos a la huella ecológica (HE) del pienso completo, se ha creado una dieta basada en la composición del pienso virtual propuesto por las RCHAP. El resultado demuestra que los cereales y las semillas oleaginosas (48 % y 28 % de la composición total del pienso, respectivamente) son los ingredientes que más contribuyen a la huella ambiental por lo que se refiere a cambio climático, acidificación y eutrofización, demanda de energía y ecotoxicidad del terreno debido al uso de fertilizantes y pesticidas y a la red de transporte que precisa su producción (Figura 2).

Análisis del ciclo de vida de los ingredientes para piensos - Image 2

Aunque los oligoelementos representaban solamente el 0,78 % del total de los ingredientes para piensos consumidos en Europa, se demostró que eran los que contribuían en mayor medida a la ecotoxicidad del agua dulce y de mar debido a su elevado potencial tóxico cuando se vierten en los suelos y las aguas, así como al agotamiento de los metales, puesto que no son recursos renovables. Esta elevada contribución demuestra la importancia del uso sostenible de los oligoelementos en términos de fuentes y dosificación en la alimentación animal. No obstante, existe aún un margen de mejora en la metodología empleada para evaluar su impacto: (i) ampliar los límites del sistema desde la salida de la fábrica de piensos hasta después de la producción animal para dar cuenta de la huella ecológica asociada a la eliminación de desechos de origen animal. (ii) mejorar la precisión de los modelos de ecotoxicidad. (iii) tener en cuenta en el ACV la forma química de las fuentes de oligoelementos presentes en los desechos de origen animal. Se prevé que el proyecto SUMINAPP (www.suminapp.eu), financiado por el programa Horizonte 2020 de la UE, corrija estas tres carencias aportando un nuevo enfoque para la evaluación de la ecotoxicidad, desde el pienso hasta las heces, usando en el ACV nuevos factores de caracterización de la ecotoxicidad provenientes de resultados obtenidos en laboratorio.

Autor/es: Alessandra Monteiro, I+D de Animine, y Jean-Yves Dourmad, investigador senior del INRAE

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