Durante esta época, uno de los mayores desafíos para los ganaderos lecheros de América del Sur lo representa precisamente el daño que el estrés calórico le causa a las vacas lecheras, lo cual limita su comportamiento productivo.

La productividad de las vacas es afectada negativamente debido a la disminución en el consumo de alimento causado por el incremento de la temperatura corporal del animal, provocado a su vez por la acumulación de calor tanto del producido por el metabolismo como del adquirido por la energía radiante (West, 2003).

De acuerdo con Beede y Collier (1986) existen dos manejos, independientes de la resistencia genética, para minimizar el estrés calórico, los cuales incluyen:

1) Modificación del medioambiente, empezando con aplicación de sombras para proteger la vaca de la radiación solar directa e indirecta, con lo cual se reduce hasta un 50% la acumulación de calor bajo una sombra bien designada (considerar un espacio de sombra entre 4.2 y 5.6 m2; reducción de temperatura corporal de 39.4 a 38.9 °C) y también se puede considerar la aplicación de un sistema de enfriamiento basado en la combinación de los principios de convección, conducción, radiación y evaporación, por lo que para disipar el calor deberá aplicarse movimiento de aire, mojado de la vaca, evaporación para enfriar el aire y sombra para minimizar la transferencia de
radiación solar.

2) Manejo nutricional, el cual incluye reformulación para un consumo de materia seca reducido. Usualmente disminuye el consumo de materia seca bajo clima caluroso, por lo que la densidad de nutrientes en la dieta debe incrementar. Bajo condiciones de climas calurosos se presentan algunos cambios fisiológicos en el sistema digestivo, equilibrio de la química ácido-base y hormonas en sangre, provocadas por la disminución del consumo de alimento y por la situación de estrés de la vaca. Las neuronas sensibles a temperatura están localizadas por todo el cuerpo de la vaca y mandan información al hipotálamo, el cual a su vez genera cambios fisiológicos, anatómicos o de comportamiento a fin de mantener el balance de calor (Curtis, 1983).

Una alternativa para concentrar la ración es el uso de Optigen®, fuente de NNP (Nitrógeno No Proteico) de lenta liberación, en las raciones de vacas lecheras. La reformulación con Optigen® representa una alternativa para los productores lecheros, quienes están buscando una mayor densidad energética en la ración, especialmente durante periodos de estrés calórico, lo cual permite suministrar menos ingredientes voluminosos para alcanzar este objetivo.

Optigen® es bien utilizado por los microorganismos ruminales, ya que requieren proteína disponible. El espacio que se crea al utilizar Optigen® puede ser utilizado para adicionar forraje o maíz dependiendo de los objetivos del establo. En un estudio realizado por la Universidad de Wisconsin (Inostroza et al., 2010), Optigen® fue utilizado en 16 establos de Wisconsin en sustitución de soya. Los resultados encontrados fueron una mayor producción de leche (0.5 lt/vaca/día).

Optigen® es una alternativa que provee una liberación sostenida de NH3-N en el rumen. Esta lenta liberación permite una mejor sincronización acorde a las necesidades de los microorganismos en el rumen, por lo que se incrementa la eficiencia del nitrógeno en la vaca lechera. El objetivo es sincronizar la degradación de los carbohidratos y la proteína en el rumen, para incrementar la producción de energía y proteína microbiana.

 

 

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