Atrás dejaron los mesones de madera y machetes para cortar la carne. La tecnología se toma las tercenas de Rocafuerte.

Decenas de personas llegan día a día a comprar productos cárnicos a frigoríficos y tercenas: res, chancho, pollo, chuleta, chicharrón, costilla, toda la faena pasa del camal a grandes congeladores, sin perder el punto frío que debe mantener la carne.

Cuchillos tan filosos como el bisturí de un galeno, sirven para hacer filetes. Ahora las balanzas digitales pesan el producto, “estas romanas de ahora no mienten”, agrega Magdalena Loor, quien compra cada dos o tres días una libra de carne de chancho y hueso blanco desde las tercenas.
Control. Cesar Zambrano trabaja en la “Tercena Zambrano”. Con una sierra eléctrica rebana cortes tipo chuleta. Con este equipo también puede cortar hueso para el caldo. “Hace mucho que dejamos atrás los machetes para cortar, eso ya no utilizamos”, añade César, mientras atiende a sus clientes.
Para quienes mantienen el negocio de la venta de carne, consideran que cada producto debe permanecer en refrigeración como norma sanitaria, al igual que en grandes supermercados y como se lo hace en cada una de las tercenas que rodean el exmercado de Rocafuerte.
Zambrano manifestó que es un negocio familiar que ha crecido con el paso del tiempo. Por esta razón decidió invertir en una nueva tercena, cuatro veces más grande, cerca de la construcción del nuevo mercado de Rocafuerte, con un sistema de cámaras de frío para así ofrecer productos de calidad, sin dejar de atender en el centro de Rocafuerte. “Todos los matarifes deberían tener tercena”, agrega Zambrano, mientras su filoso cuchillo descansa sobre la mesa.
Marcelo Cobeña, otro expendedor de carne, dijo que debió tecnificarse para no quedar rezagado.

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