China tiene un quinto de la población mundial y solo el 10% de las tierras cultivables.

El distrito de Jinghai en el norte de China no es un paraíso para el cultivo de arroz. Y es que su ubicación a lo largo de la costa del mar de Bohai, uno de los corredores marítimos con mayor tráfico del planeta, provoca que más de la mitad de la tierra de la región está hecha de suelo alcalino y salado donde ningún cultivo podría en teoría sobrevivir. Sin embargo, la innovación y los avances en ciencia agrícola han conseguido precisamente ese imposible: el otoño pasado, Jinghai produjo unas 100 hectáreas de arroz.

¿El secreto de esta abundante cosecha? Las nuevas cepas de arroz tolerantes a la sal desarrolladas por científicos chinos, con la esperanza de garantizar la seguridad alimentaria que se ha visto amenazada por el aumento del nivel del mar, el aumento de la demanda de cereales y las interrupciones en la cadena de suministro. Un avance importantísimo para la alimentación en un mundo en el que la sal del mar pone en riesgo cada vez más cultivos situados cerca de la costa que, según adelanta Bloomberg Green, es el resultado del trabajo de muchos años en manipulación genética. 

En concreto, el denominado «arroz de agua de mar» porque se cultiva en suelo salado cerca de la costa, consiste en cepas creadas en laboratorio mediante la sobreexpresión de un gen de arroz silvestre seleccionado que es más resistente a la solución salina y alcalina. Y los resultados no se han hecho esperar: los campos de prueba en Tianjin, el municipio que abarca Jinghai, registraron un rendimiento de 4,6 toneladas métricas por acre el año pasado, más alto que el promedio nacional para la producción de variedades estándar de arroz.

En cualquier caso, el avance se produce cuando China busca formas de asegurar el suministro doméstico de alimentos y energía, ya que el calentamiento global y las tensiones geopolíticas hacen que las importaciones sean menos confiables. La nación tiene una quinta parte de la población mundial, y esa enorme cantidad de bocas que alimentar es difícilmente compatible con el hecho de que China cuenta con menos del 10% de la tierra cultivable de la Tierra, especialmente en un momento en el que el consumo de granos está aumentando rápidamente a medida que el país se vuelve más rico.

«Las semillas son los ‘chips’ de la agricultura«, explica a Bloomberg Wan Jili, gerente del Centro de Investigación y Desarrollo de Arroz Tolerante a Salinas y Álcalis de Qingdao. Para él, existe un obvio paralelismo entre el papel crucial que juegan los semiconductores en el desarrollo de nuevas tecnologías y su papel en el actual guerra comercial entre Estados Unidos y China. «El arroz de agua de mar podría ayudar a mejorar la producción de granos de China frente a una situación extremadamente complicada con respecto al cambio climático y la seguridad alimentaria mundial«, asegura.

El gigante asiático ha estado estudiando el arroz tolerante a la sal desde al menos la década de 1950, pero el término «arroz de agua de mar» solo comenzó a atraer la atención general en los últimos años después de que el difunto Yuan Longping, que fue durante años el principal científico agrícola de la nación, comenzó a investigar la idea en 2012. Yuan, conocido como el “padre del arroz híbrido”, es considerado un héroe nacional por impulsar las cosechas de granos y salvar a millones del hambre gracias a su trabajo en variedades de arroz híbrido de alto rendimiento en la década de 1970. En 2016, seleccionó seis ubicaciones en todo el país con diferentes condiciones de suelo que se convirtieron en campos de prueba para arroz tolerante a la sal. Al año siguiente, China estableció el centro de investigación en Qingdao, que tiene como objetivo cosechar 30 millones de toneladas de arroz utilizando 6,7 millones de hectáreas de tierra estéril.

Arroz de mar para 80 millones de personas

A pesar de los años de investigación, el ritmo de las pruebas sobre el terreno se ha acelerado porque el cambio climático ha hecho que la tarea sea más urgente. Las aguas costeras de China se han elevado más rápido que el promedio mundial en los últimos 40 años, una tendencia preocupante dada la profunda dependencia del país de su costa este, de gran extensión y baja altitud, para la producción de granos. En este sentido, cultivar con éxito arroz tolerante al agua de mar a gran escala permitiría al país utilizar una mayor parte de la tierra cada vez más salada de la zona. «Podríamos alimentar a 80 millones de personas más» llegó a asegurar Yuan en un documental emitido en 2020.

El presidente Xi Jinping ha subrayado en varias reuniones recientes con altos funcionarios del gobierno que garantizar el suministro de bienes primarios es un «asunto estratégico importante» dadas las presiones climáticas y geopolíticas, según apunta China Daily. «La comida del pueblo chino debe ser hecha y permanecer en manos de los chinos», afirmó en una reunión del Comité Permanente del Politburó en diciembre. Por eso, los científicos chinos están trabajando para que toda la tierra que alguna vez se descartó como estéril se pueda convertir en parcelas productivas para la producción de granos.

Alrededor de 100 millones de hectáreas de tierra en el país, una zona que cubre aproximadamente el mismo tamaño de Egipto, tienen un alto contenido salino y alcalino. Mientras tanto, la tierra cultivable ha disminuido un 6% entre 2009 y 2019 debido a la urbanización, la contaminación y el uso excesivo de fertilizantes. «China está buscando otro método ahora para desarrollar variedades de granos que puedan soportar la salinidad del suelo», explica Zhang Zhaoxin, investigador del Ministerio de Agricultura de China. Si bien hasta ahora el arroz de agua de mar se ha plantado principalmente en campos de prueba, Zhang cree que el cultivo comercial pronto despegará con el apoyo del gobierno.

Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, los niveles del mar en todo el mundo podrían aumentar hasta 59 centímetros para finales de siglo si el planeta se calienta 2 grados centígrados, límite superior del Acuerdo de París que muchos expertos ven todavía difícil de alcanzar con el ritmo actuales de emisiones de efecto invernadero.

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