El Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó las proyecciones de crecimiento del Perú para el 2022 y 2023 ante el desaprovechamiento de los vientos externos favorables, en un contexto local de mayores conflictos sociales, persistente precariedad laboral y alta incertidumbre política. Los problemas de bajo crecimiento se mantendrían inclusive en el mediano plazo, lo cual pone en riesgo la calificación soberana del país, tal como ha advertido Fitch Ratings esta semana.

Rezagados

El PBI desestacionalizado, indicador que elimina los factores temporales que influyen sobre la producción cada año –como la Semana Santa o Navidad– muestra que, en los últimos tres meses hasta agosto del 2022, la economía peruana se ubicó 2,6% por encima del nivel prepandemia, muy por debajo del promedio de Colombia, Chile, México y Brasil (4,3%). Peor aún, la economía peruana se encontraría todavía 4,9% por debajo del nivel que habría registrado sin la pandemia.

Teniendo como punto de comparación el trimestre anterior al inicio de la pandemia, el Perú registra un mejor desempeño que el resto de los países de la región en los rubros vinculados a la inversión (construcción y manufactura), y un menor dinamismo de las actividades relacionadas al consumo (comercio y servicios), así como un mayor retroceso del sector minero.

Si bien el consumo ha explicado buena parte del crecimiento del país durante el 2022, su rezago frente a otros países estaría explicado por una débil recuperación de la capacidad adquisitiva de los hogares. Según la Cepal y la OIT, en el 2021 los salarios reales urbanos en el Perú fueron 10,5% inferiores a los del 2019, caída mayor al promedio registrado por Brasil, Colombia y México (0,2%). Por otro lado, debido a la mayor conflictividad social, el PBI minero peruano se sitúa 9,3% por debajo del nivel prepandemia, una contracción que supera a las de Chile (-5,4%) y México (-1,7%), también países mineros.

Panorama adverso

En lo que resta del 2022 y el 2023, América Latina enfrentará un escenario global menos favorable: persistentes presiones inflacionarias, la desaceleración en el crecimiento de sus principales socios comerciales, la caída en los precios de las materias primas y condiciones de financiamiento más restrictivas.

Desde junio del 2022, las cotizaciones internacionales de los metales industriales y combustibles acumulan una caída promedio de 22,8%. El menor apetito por riesgo de los mercados se ha traducido también en una depreciación de las monedas de la mayoría de las economías de la región. En este contexto, los costos de financiamiento se han incrementado rápidamente: la tasa de la deuda soberana en el Perú pasó de 6,0% a fines del año pasado a 8,4% en octubre último, niveles no vistos desde la crisis financiera global del 2008.

Frente a estos choques adversos, las economías con mejores fundamentos macroeconómicos tienen el potencial de mostrar una mejor resiliencia. Al respecto, a pesar de la caída de los precios de las materias primas, el sol se ha mantenido como una de las monedas más estables en la región. La solidez se refleja en sus niveles de reservas internacionales como porcentaje del PBI, uno de los más altos entre los mercados emergentes.

Los riesgos para América Latina trascienden al 2023. Las proyecciones del FMI para el mediano plazo anticipan un avance inferior al promedio de las últimas dos décadas. Con ello, el Perú dejaría de liderar el crecimiento de la región. Revertir este panorama requiere condiciones que permitan atraer más inversiones y reformas que atiendan las cicatrices que dejó la pandemia. De lo contrario, América Latina y el Perú seguirían postergando su tránsito hacia un mayor desarrollo y bienestar.

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