Intervención: Marisol Echarri

Consciente de que la producción de carbón vegetal que comercializaba implicaba un gran desgaste en los bosques nativos, Facundo Cabrera decidió transformar su producto y convertirlo en ecológico, y creó carbón hecho a partir de la cascarilla de arroz. Investigar el material y crear la máquina que necesitaba le llevó tres años. En el futuro: franquicias, una planta en Paraguay y otra en Corrientes y la posibilidad de aplicar el modelo con otros residuos, como cáscara de maní o de coco.

Cuando en 2017 Facundo Cabrera ?en ese momento de 26 años? lanzó BrasUp junto a sus socios, el componente innovador de su producto era un carbón vegetal con autoencendido. En un ritual tan emblemático para los argentinos como es el asado, el sistema permitía que el fuego estuviera listo en 15 minutos. “El producto consiste en 3 kilos de carbón vegetal de quebracho blanco, la madera de mayor duración y poder calorífico del mercado, todo contenido en una caja de cartón y con un sistema de autoencendido que no contiene ningún químico y es degradable en un 100 %: se quema todo y no contamina”, explicaba en aquel momento Cabrera, publicista y oriundo de la provincia de Corrientes.

La idea había surgido en 2014 y para fines de 2015 ya existía el primer prototipo. Empezó comercializando su pack en carnicerías y supermercados correntinos mientras se expandía lentamente por el interior. El salto más importante llegó en 2016 cuando BrasUp resultó ganador de Incuba, un programa de emprendedores de la Ciudad de Buenos Aires, lo que le permitió ampliar su red y comenzar a vender en hipermercados. Sin embargo, fue en ese momento que Cabrera empezó a cuestionar el impacto ambiental de su propio producto.

Facundo Cabrera decidió dejar de vender carbón vegetal y crear una alternativa ecológica cuando se dio cuenta de que “algo estaba mal” en extraer de los bosques nativos esa materia prima. (Imagen: gentileza BrasUp)

“Una vez metidos en el negocio del carbón vegetal nos dimos cuenta deque algo estaba mal, y decidimos cambiar. El carbón vegetal que conocemos, proviene de bosques que en su mayoría no se recuperan. Recorriendo los campos buscando este producto, vimos el gran deterioro que esto significaba. Nos metimos para innovar, pero nos dimos cuenta que no era suficiente”, publicó hace un par de semanas, en un hilo de Twitter, la marca. “Empezamos a pensar si había alternativas. Y ahí me encontré que en la Argentina no había nada, hay tanta disponibilidad de madera que nos acostumbramos y las empresas activas en el mercado nunca innovaron porque no les hizo falta”, relata Cabrera. El emprendimiento, finalmente, después de tres años de exploración y ensayos, encontró una alternativa en la cascarilla de arroz.

La cascarilla de arroz es un residuo resultante del proceso de molienda del grano maduro del arroz y abunda tanto en Corrientes como en Entre Ríos; durante dos años Cabrera y su equipo buscaron la forma de carbonizarla y así reemplazar el carbón vegetal. (Imagen: gentileza BrasUp)

El camino de la innovación

Convencidos de que tenía que haber otra opción, Cabrera y sus socios comenzaron a investigar. Lo primero que encontraron fue que en otros lugares del mundo como en Tailandia se hacía carbón con cáscara de coco, pero como en la Argentina no hay cocos tuvieron que pensar en otras opciones. Fue así como llegaron a la cascarilla de arroz, un residuo resultante del proceso de molienda del grano maduro del arroz y que abunda tanto en Corrientes como en Entre Ríos, dos provincias productoras de arroz donde este residuo orgánico muchas veces es quemado porque no se sabe qué hacer con él.

De la misma forma en que se usó la cascarilla de arroz, se puede convertir en carbón “cualquier descarte orgánico, como cáscara de nuez, maní o almendras”, asegura Cabrera. (Imagen: gentileza BrasUp)

“Pero como esto era algo que no existía, el camino para desarrollarlo iba a ser largo”, dice Cabrera. “En 2018, me eligieron desde el Gobierno de los Estados Unidos para asistir a un programa de negocios y emprendedurismo y de todas las ciudades que podían tocarme, me asignaron la capital de Arkansas. ¡Cuando googleé me encontré con que era la capital del arroz! Allá pude recorrer las arroceras e investigar con más profundidad”, relata. Ese viaje para Cabrera representó un antes y un después, ya que le dio el envión que estaba necesitando para reformular su empresa y enfocarse en desarrollar un carbón ecológico. “Volví convencido de que tenía que hacer este cambio. Les compré sus partes de la empresa a mis socios y empecé en 2019 con las pruebas, que se extendieron durante 2020. Finalmente lanzamos el producto en 2021 y fue un éxito rotundo al punto de que no pudimos satisfacer la demanda”, relata.

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