Para hacer una evaluación del sector agropecuario, es importante ver lo que el sector Agroalimentario representa en la Economía Nacional, donde no solo se debe considerar el sector primario, sino toda la cadena productiva, donde se incluye la fase primaria, la agroindustria, el comercio, el transporte vinculado, al igual que el rubro de consumo de alimentos y bebidas.

En este se concentra alrededor del 21.5% de la Producción Bruta Nacional.  En términos de empleo, se puede evidenciar que este representa el 41% de la Población Económicamente Activa.  De igual manera, y en términos de divisas, al cierre del 2017, el 56% de las Exportaciones Totales salen del Agro, y si consideramos solo las Exportaciones No Petroleras, alrededor del 83%.

Este año, como nunca antes, se ha evidenciado la necesidad de articulación entre los distintos eslabones de las cadenas agroalimentarias.  La necesidad de involucrar al consumidor en las mismas es cada vez más evidente; es este, quien de una forma u otra marca la pauta de que y como se deben dar los procesos productivos.  Cada vez es más común evidenciar las distintas exigencias de parte del consumidor, con aspectos sobre si el producto tiene origen orgánico, o si el trato a los animales fue el adecuado, y si el medio ambiente fue adecuadamente respetado, etc.

El Sector Agropecuario, es el principal motor de la economía ecuatoriana, y principal generador de divisas, y sin embargo ha venido arrastrando, ya por varios años, una serie de inconvenientes estructurales para su desarrollo y mejor desenvolvimiento.  Los Altos Costos de Producción, Normativa Permanentemente Cambiante y una Regulación Laboral Incompatible a la realidad del campo, son aspecto que directamente afectan a la competitividad.

La desarticulación entre la producción, la industrialización, la comercialización y el consumo, se evidencian, por ejemplo, en la cadena de la leche y productos lácteos.  La caída de consumo que se viene midiendo y generando preocupación desde el año 2014 de manera más acentuada, se destapan en problemas donde los productores tienen problemas para la venta de leche cruda, e incluso con el cumplimiento del pago del precio oficial.  Fomentar el consumo de leche y productos lácteos es un tema pendiente, que sería el real impulso para el desarrollo de la cadena láctea.

Otro ejemplo importante está en el tema del arroz, ya que la Unidad Nacional de Almacenamiento, a lo largo de varios años, destinó recursos para adquirir cosecha, sin haber considerado que esta absorción de cosecha debía ser destina a un consumidor intermedio o final, ya que los silos tenían un límite.

Otro aspecto muy positivo de este año, es el haber puesto sobre la mesa, la necesidad clara de formalización de las cadenas agropecuarias, siendo este un tema que debe ser considerado como un causal de freno al desarrollo, ya que, a través de la formalización, la trazabilidad y de ser el caso, la diferenciación de la producción, se abren oportunidades de mercados especializados, tanto local como internacionalmente.

Al cierre de este 2018, año por demás complejo para la actividad agroalimentaria, se deja una conciencia clara que las oportunidades existen, y que los que los sectores que de una forma u otra han podido desarrollarse son los agroexportadores.  El tener acceso a más mercados, y la posibilidad de reducción de aranceles como se dio con el Acuerdo Multipartes con la Unión Europea, nos conducen a replantear ciertas estrategias que históricamente se han aplicado localmente.

Confiamos que los temas más sensibles para la actividad, puedan ser canalizados de manera adecuada, con decisión política y con resoluciones pragmáticas pensando en el futuro de la actividad agroalimentaria en el Ecuador.

 

Rodrigo Gómez de la Torre

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